Cuento

Relatos: tradición del viento

Relatos: tradición del viento

Linda Aragón
Imagen portada de
Camilo Calderón
2022-03-11

Los diálogos y frases que a continuación se expondrán nacieron en varias poblaciones del Caribe colombiano. Los que me los refirieron hicieron énfasis en que cada palabra fue pronunciada con sabrosura en medio de parrandas, noches frescas, días soleados, invitaciones a tomar tinto y reuniones matinales. También me dijeron que han pasado tanto de casa en casa, de pueblo en pueblo y de tiempo en tiempo que ya no se sabe quiénes fueron los que los parieron. Voy a imaginar que este texto es un ventanal, que me siento en una mecedora cerca de él y que le cuento los relatos a todo el que vaya pasando. Porque yo también soy como la matrona: no soy baúl pa’ estar guardando cuentos. Viento soy. Somos viento.

Antes los dueños de los picós les cobraban a quienes querían escuchar un rato música o dedicar canciones. Un señor pidió media hora de música, pero después se salió con la suya cuando le fueron a cobrar:

—Ya pasó la media hora —le comentó el dueño del picó.

—No me vengas a cobrar a mí ahora, ¿acaso yo fui el único que escuché? To’ el barrio escuchó la música. Te va a tocar cobrar de casa en casa.

***

No fue un grito de alegría lo que expresó un señor cuando en la radio informaron que un colombiano se ganó el Baloto:

—El que se ganó esa plata debe buscarse a un psicólogo en seguida porque está acostumbrado es a contar monedas. No sabe lo que es tener plata de fundamento.

***

Las mujeres que día a día se van al río a lavar y a echar cuento no dejan de tomar tinto ni de incluirlo en las conversaciones. Hablan de él como si fuese un líquido todopoderoso que, al ser ingerido, les da el vigor que necesitan para desarrollar la tarea habitual.

—Ajá, mujeres, ¿se tomaron el tinto?

—Sí. Ya vimos a Dios.

***

Los que se fueron a la ciudad y regresan al pueblo a vacacionar son observados con detenimiento por los paisanos que los reciben. Lo miran de pies a cabeza. Hacen zoom con los pies para estudiarles desde el cabello hasta el cuello; después les analizan desde el pecho hasta los dedos. Si el panorama pinta mal, no hay pelos en la lengua para decir el resultado del escaneo acucioso: 

—La cuchara como que estaba mala. Te hace falta comer buena yuca con pescao.

***

Una señora pueblerina fue por primera vez a un almacén a comprar la ropa para vestirse en las fiestas decembrinas. Pero fue una mala idea que estuviera sola, ya que no escuchaba bien. La doña, con un trato campechano, se acercó a un maniquí y le habló:

—A usted si le queda bonita esa ropa. Me ha provocado regalársela a mi hija. ¿Cuánto le costó?
—Señora, ese es un maniquí. No puede hablar —le indicó una asesora del almacén.
—Y porque sea de Manatí no puede saludar. ¡Qué mala costumbre! Tan lindo que es ese pueblo.

***

Un día antes de viajar a la ciudad, la gente lo anuncia a quienes vayan a enviar alguna encomienda. Y como son pueblos lejanos toca coger lancha, moto y bus. Por supuesto, la novedad es el hecho de viajar, pero va acompañada de lo que se vive durante el trayecto. Así se notifica:

—Mañana estaré cogiendo fresco en el pecho.

***

El día que una señora cumplió los cien años fueron a visitarla los familiares, amigos y paisanos. Más que celebrar el cumpleaños, la gente quería conocer la fórmula para llegar a esa edad. La rodearon y le pidieron que se las enseñara. La viejita nada más dijo cinco palabras:

—Hoy se come mucha pendejá.

***

Las parejas se aburren de vivir en casa ajena, por eso ahorran y ahorran hasta lograr comprar un pedazo de suelo y construir el nido. Cuando esto se hace realidad el detalle no es que ya compraron casa; la bola se riega con genialidad:

—Ya tenemos donde guindar la hamaca.

***

Cada vez que alguien le exige al viejo que deje fumar, él no duda en responder:

—Un viejo que no fuma es maluco porque se la pasa viendo lejos, pero si fuma se distrae con el humo.

***

Era la época en que ciertos habitantes del Caribe colombiano se iban a trabajar a Venezuela. Un señor había decidido irse para ganar más dinero y ayudar a la familia. No soportaba la nostalgia un día antes de partir, no pudo engavetarla en el alma. Se la expresó a la compañera: 

—Voy a extrañar la casita, a los pelaos y a usted, morena.

Ella estaba más nostálgica todavía, pero para darle ánimos le soltó una frase templada que aludía al gran esfuerzo que debía hacer en el país vecino para ganarse el pan.

—Atézate, grapa vieja, que vas pa’ guayacán.

***

Una mujer, después de haberse cortado el cabello, se miró al espejo y se dijo a sí misma:

—Parezco un machete sin cacha.

***

Un grupo de amigos se reunió en una terraza para hablar de la vida, de fútbol y de desamores. Después de varias horas, uno de ellos introdujo el tema de la vejez. Hablaron tanto sobre el asunto que no tuvieron más que decir la edad uno por uno. 

—Yo tengo 64 años —dijo uno de ellos. 

—¿Años? —arremetió otro del combo de amigos—. Serán estacas, compañero. No ve que cada vez que uno cumple es como una estaca que se clava y que lo va matando a uno. 

—El que invente la fórmula pa’ que uno vuelva a ser joven y simpático será el Dios chiquito de este mundo —comentó el que empezó con el tema de la vejez.

***

Había un señor que se dedicaba a repartir comida a los más necesitados de su pueblo. Por circunstancias desconocidas le tocó irse a vivir a la ciudad. Al pasar algunos años regresó a su terruño, pero nadie le prestó atención. Decepcionado y triste se fue a la iglesia y le expresó a Dios lo que sentía:

—¡En este pueblo la gente sí es desagradecida! No sé qué carajos hago aquí. 

¡Hombe! No diga eso —le contestó un viejo que se encontraba en la iglesia—. Quédese tranquilo. Allá arriba está el que para abajo ve. 

—Ese será el murciélago.

***

Cuando iba a buscar el azúcar para el café y brindarlo a la visita, la anfitriona pegó un grito:

—¡Papá, las hormigas locas se metieron al tarro del azúcar, hay bastantes!

A lo que el papá contestó: 

—Mija, pero esas no son locas, si fuesen locas se habrían metido al tarro de la sal.

Linda es comunicadora social-periodista y especialista en Gerencia de la Comunicación para el Desarrollo Social. Es además fotógrafa documental y voice-over. A través de la escritura y el lente cuenta historias sobre la relación de las personas con el agua y el territorio, la vida cotidiana y la cultura popular. Ha expuesto en varios países de Latinoamérica y publicado en un montón de sitios, pero a nosotros nos trama mucho su crónica sobre el agua y las mujeres en Pedraza (Magdalena), su otra crónica de viaje por Cuba, su perfil de Carlos Vallejo y la historia de La Fiera. Ella dice que trata de "quitarle al olvido lo que quiere llevarse y poner ventanas donde hay muros para contar historias con mucho ‘feeling’". Y sí, eso hace. Previamente publicó con nosotros otra compilación de relatos cortos sobre el teléfono y la ropa.

Comparte este artículo

NO TE AHOGUES: SUMÉRGETE

Recibe el contenido más reciente de Laguna Negra directamente en tu bandeja de entrada registrándote aquí. Fácil, gratis, cero spam.

Thank you! Your submission has been received!
Oops! Something went wrong while submitting the form.
Patreon Logo

¿Te gusta lo que estás leyendo? Haz parte de nuestra comunidad de lectores Laguna Negra en Patreon y recibe contenidos adicionales, listas curadas y mucho más.

¡Quiero apoyar a Laguna Negra!

Te invitamos a leer: