Opinión

Cuerpos: Violencia, mujer y conflicto

Cuerpos: Violencia, mujer y conflicto

Invitados LN
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Marcia Díaz
2020-07-10

Se calcula que la violencia contra la mujer en el conflicto colombiano en materia sexual es del 88%, una cifra alarmante a toda costa. Al hablar de un crimen de guerra y de lesa humanidad, como expresión exacerbada de discriminación, o cualquier otra en la que se quiera enmarcar, requiere estar atentos a transformar partiendo desde una visión multidimensional, que permita en primer lugar analizar tanto factores fácticos, contextuales, subjetivos, como aquellos institucionales.

Así pues, dentro de un territorio que ha soportado que subestimen la importancia de género, es preciso resaltar parte del marco jurídico de protección. Tanto el acto 092 de 2008, como el 009 de 2015 han dilucidado como factores contextuales la presencia de actores armados y la precariedad del Estado en cuanto a control y presencia, por otro lado, frente a los factores fácticos se encuentran: reclutamiento forzado,  acto de retaliación, control social, venganza, estrategia de amedrentamiento, práctica común entre los grupos armados (legales e ilegales), entre otros, que si bien es cierto no son novedad, pueden aportan al conglomerado de información para tomar medidas especiales una vez por todas, específicamente para replantear un sistema que abraza el derecho como ciencia social patriarcal.

Según cifras oficiales, para Agosto de 2016 se encuentran 8.131.269 personas incluidas en el Registro Único de Victimas, las primeras preguntas que se vienen a mi mente son: ¿cuántas de ellas han sufrido los vejámenes de abusos sobre sus cuerpos estigmatizados y brutalmente usados? ¿la operatividad del Estado sigue siendo insuficiente? Sin duda alguna surge un listado de preguntas que no podrían ser resueltas en tan solo un corto texto, pero que pretenden mostrar el mal sabor de la realidad.

En una reciente conferencia llamada “Prevención de violencia sexual para el posconflicto”[1] ofrecida por la Universidad de Los Andes, comprendí varias cosas, una de ellas es que falta mucho por construir. Voces de mujeres del Cauca, Meta, Tumaco, se oyeron para exponer que frente a la barbarie atravesada desean tejer hilos entre sus comunidades, y que la ayuda especial por parte de la institucionalidad debe concentrarse en respetar sus procesos, en prevenir, y brindar apoyo mediante  atención, y políticas públicas de empleo y educación.

Superar el limbo en el que se encuentran, borrar sus culpas, reconciliarse, emerger de la pobreza, eso desean. Respecto  a la mirada hacia los victimarios, se desenvuelven enfáticas, anhelando un cambio. Por su parte, una lidereza llamada Mara Nieto dijo: “prefiero verlos en el Congreso, en la calle, y no que estén haciendo eso a otras personas”. La paradoja de todo esto es la visión de justicia, y el deseo de convertir aquel dolor en un nuevo comienzo fraternal y decisivo.

Sin embargo, la revictimización es un lastre con el que ha tenido que cargar día tras día, y como si fuera poco, continúan en un sendero lleno de obstáculos, se enfrentan a su propio miedo y desconfianza ante la denuncia[2], a la falta de atención psicosocial, la inopia de políticas públicas con enfoques diferenciales, la incisiva y notoria tolerancia que subsiste en los funcionarios institucionales (la mujer requiere aprobación, no tienen conocimiento de tema de género…), insensibilización.

De otro lado, es importante mencionar que no es una coincidencia que la violencia sexual muestre una masculinidad dominante, y con ello una subalternización de lo femenino, numerosas experiencias demuestran que este crimen de odio no puede desligarse de las demás formas de violencia, y es por ello importante crear dispositivos  que pongan fin al continuum de violencia, ese que  presenciamos a diario y naturalizamos.

Apelando al sentido común, la lucha contra la violencia a la mujer en cualquier contexto va a consolidarse en el momento en que se haga una lectura interseccional de la acción situada, no cristalizar más a las víctimas, pero sobre todo renunciar a las justificaciones como: “tenía la falda muy corta”, “es que estaba en la calle a las 11 pm”, “la mujer está hecha para quedarse en casa”. Todas aquellas características que fortalecen acosos, y hostilidad deben ser rechazadas. Porque resulta ingenuo creer que leyes, o acuerdos nos brindaran la solución concreta -así ocurra una reingeniería institucional y judicial-.

No puedo olvidar una frase de Eduardo Galeano “mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”, se equivocan todos aquellos que banalizan el poder del amor. De cada ciudadano depende construir la paz y apuntar a la paridad de género (en cambio de equidad), atender las necesidades especiales de las mujeres, por medio de un lenguaje de necesidades diferenciadas, rehabilitación, reparación colectiva, es decir, una transformación con todos los actores posibles para evitar más fracturas en un panorama que palidece y se muestra tan herido.

[1] Septiembre 08 - 2016 Ciudad de Bogotá Auditorio Mario Laserna

[2] “ Hay muchos casos que no salen a la luz pública por miedo a denunciar”, asegura Emma Doris López, quién fue coordinadora de la Red de Mujeres del Atlántico.

Fernanda para Laguna Negra

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