Opinión

Vehículos autónomos: un desastre para nuestro medio ambiente, salud y privacidad

Vehículos autónomos: un desastre para nuestro medio ambiente, salud y privacidad

Paris Marx
Imagen portada de
Camilo Calderón
2022-01-06

Ahora que el trancón del túnel de Elon Musk en Las Vegas es un hecho, este texto de 2019 resulta más pertinente que nunca: es simple, necesitamos sistemas de transporte que faciliten a las personas llegar a su destino eficientemente, y las promesas de los millonarios de Silicon Valley están demasiado lejos de ello.

Si has escuchado las ideas de algunos de los más ilustres visionarios de Silicon Valley, podrías creer que estamos encaminados hacia un futuro con vehículos autónomos por doquier para transportarnos a donde sea que queramos ir.

Ya no tendríamos que arriesgarnos a quedar atascados en el tráfico, atrapados en la lluvia mientras montamos bicicleta, o a encontrarnos con asesinos seriales en el subterráneo: estaríamos todos encerrados en nuestras propias cápsulas que nos guiarán a nuestro destino mientras dormimos, vemos un vídeo o nos ponemos cariñosos en el asiento trasero.

Lamento tener que decepcionarte, pero ese futuro siempre ha sido una ilusión. Si los carros autónomos algún día se vuelven realidad, y eso es un si bien grande, no serán la cura milagrosa para el transporte como lo pretenden los millonarios del sector tecnológico. Claro, probablemente traerán beneficios a los CEO de Silicon Valley, pero mucha gente se verá perjudicada y apenas nos enteraríamos de algo al respecto.

Falsas promesas

En enero de 2018, cuando los carros autónomos eran todavía un tema que generaba gran expectativa, escribí que estaban mucho más lejos de lo que las compañías tecnológicas nos estaban haciendo creer.

Después, en la noche del 18 de marzo de 2018, un vehículo autónomo de Uber que estaba haciendo un recorrido de prueba arrolló y mató a Elaine Herzberg de 49 años mientras cruzaba la calle en su bicicleta. En ese entonces, el público se apresuró a culpar al conductor de control por no estar mirando el camino, pero empezó a filtrarse información que mostraba la inmensa presión para entregar resultados a la que estaba sometido el equipo de vehículos autónomos de Uber. Solo hasta hace poco descubrimos que el equipo de vehículos autónomos de Uber no había programado el sistema para considerar que las personas podían cruzar la calle fuera de los cruces designados. Como resultado, el vehículo no podía distinguir qué estaba captando cuando detectó a Herzberg y, por lo tanto, no supo cómo reaccionar. Se suponía que un humano no iba a estar ahí.

Como las compañías de tecnología rara vez son acusadas formalmente por el daño que causan sus acciones, no se han presentado cargos contra nadie por la muerte de Herzberg. Pero su muerte reventó la burbuja de la conducción autónoma: los líderes del gremio pasaron de decir que los vehículos autónomos estarían por doquier en cuestión de años a admitir que realmente estaban a varias décadas de distancia y que tal vez nunca alcanzarían el tan mentado estatus Nivel 5 que les permitiría conducir sin intervención humana. 

Quienes no tienen opciones de movilidad en la actualidad seguirán enfrentando esos mismos problemas en un futuro autónomo.

 

El alto costo de la movilidad autónoma

Los plazos se extendieron, pero eso no ha detenido a personas como Elon Musk de mantener vivo el sueño de la conducción autónoma (aún cuando se mantiene evasivo respecto al verdadero significado de Full self-driving) y continuar ignorando las consecuencias más amplias de un sistema de transporte dependiente del automóvil: decenas de miles de muertes cada año sólo en los Estados Unidos, una epidemia de obesidad en cuya creación jugó un papel nuestras comunidades dispersas y una crisis de soledad creada, en parte, porque tantas personas viven en suburbios diseñados para el automóvil donde estamos alejados de nuestros amigos, nuestra familia y los vibrantes lugares donde podríamos ir a reunirnos.

Las compañías tecnológicas prometieron que el vehículo autónomo resolvería la mayor parte de nuestros problemas de transporte, sirviendo a los necesitados, eliminando los estacionamientos, reduciendo la congestión y eliminando la propiedad vehicular. Pero tenemos que ser realistas: todo es una fantasía. La afirmación de que usar vehículos autónomos será más barato es cuestionable como ya se ha demostrado y, aun cuando redujeran marginalmente el costo, seguirían sin ser gratuitos. Esto quiere decir que quienes no tienen opciones de movilidad en la actualidad seguirán enfrentando esos mismos problemas en un futuro autónomo. Y los beneficios de tener menos estacionamientos en realidad traerán un incremento en la congestión pues los vehículos seguirían en movimiento hasta que alguien solicite usarlos. Los vehículos autónomos sólo reforzarán nuestros dispersos panoramas suburbanos y la crisis de salud que esto conlleva, junto con el alto costo de prestar el servicio en áreas de baja densidad y el costo climático de vivir en ambientes tan poco eficientes.

¿Y qué tienen por dentro estos vehículos para poder funcionar? Pareciéramos nunca considerar esto. Si los vehículos autónomos son eléctricos, como prometen los titanes de la tecnología, no emitirán gases por el escape como los motores de combustión interna, pero eso no necesariamente se traduce en máquinas de conducción limpias y verdes. De hecho, la revolución de los vehículos eléctricos simplemente reemplazará el extractivismo de combustibles fósiles por uno dependiente en metales y minerales, requiriendo un alza masiva en las actividades mineras en Asia, África y Sudamérica que devastará comunidades, ecosistemas y la vida de trabajadores en el proceso. Por ejemplo, las enormes reservas de litio en Bolivia son un factor que no debería ser ignorado en el reciente golpe de estado:

Imagen
El trino infame ahora borrado de Musk

Pero los vehículos autónomos no solo requerirán extraer minerales y metales de la tierra. Un futuro autónomo también requerirá extraer datos nuestros y de nuestro entorno. A estas compañías no les bastará con que solo paguemos por un paseo, también rastrearán nuestros movimientos, los lugares que visitamos, con quién viajamos y combinarán esa información con todos los demás datos valiosos sobre nosotros que ya tienen almacenados. Las compañías tecnológicas, en cooperación con el estado, están construyendo un sistema amplio de vigilancia y control. ¿En qué punto decimos basta?

Personas, no carros

Considera seriamente el estado de nuestras ciudades y nuestras redes de transporte colapsadas y pregúntate cómo la tecnología resolverá de repente los problemas creados por décadas de financiación insuficiente y haberle dado prioridad a los carros. La tecnología no va salvarnos. Hace falta un cambio estructural.

Enfrentamos una crisis climática, una crisis urbana, una crisis de salud, una crisis de soledad y muchas más. La solución a corto plazo ofrecida por los vehículos autónomos, si es que algún día aparecen, no resolverá estas crisis. Y de cualquier manera no podemos esperar décadas. Tenemos que actuar hoy.

Esto significa que debemos dejar de diseñar las ciudades y los sistemas de transporte en torno a lo que sea rentable para las compañías de finca raíz, finanzas y automóviles. En su lugar, debemos darle prioridad a las personas. Muchos estadounidenses afirman amar sus carros, pero a nadie le sirve pasar las horas quieto en el tráfico, respirando gases tóxicos encerrado en una caja metálica para llegar a donde necesita.

Necesitamos ciudades que faciliten a la gente caminar o montar bicicleta para hacer el mercado, ir al doctor y llevar a sus hijos al colegio. Necesitamos sistemas de transporte que faciliten a las personas llegar a donde necesitan ir de manera eficiente, en rutas de bus eficientes y bien mantenidas. Necesitamos calles que no representen una amenaza mortal a la vida que las rodea, sino que están abiertas para todos y rodeadas por espacios donde puede florecer la vida.

Esto nos obligará a repensar cómo y para quién funcionan las ciudades, y redireccionar masivamente los recursos y subsidios de las autopistas a los subterráneos, de carros a buses, estacionamientos a carriles de bicicleta, dispersión a densidad: todo esto mientras ponemos las vidas de la población general por encima de la velocidad del tráfico. Puede ser difícil imaginar una alternativa a nuestro sistema actual dominado por el automóvil, pero es la única forma de resolver las crisis que enfrentamos.

Los vehículos autónomos nos mantendrán atomizados en suburbios dispersos, mientras que comunidades densas y caminables con transporte público por doquier nos conectarán en maneras que apenas podemos imaginar. El futuro no se encuentra en las falsas promesas de millonarios del sector tecnológico preocupados exclusivamente por su poder y fortuna, sino en volver a conectarnos con los fundamentos de la movilidad y asegurarnos que el sistema dé prioridad a los marginados sobre los poderosos.

Paris Marx es anfitrión del podcast Tech Won't Save Us y autor de Road to Nowhere What Silicon Valley Gets Wrong about the Future of Transportation, próximo a publicarse en julio de este año. Es colaborador frecuente en la revista Jacobin.

Traducción de Alejandro Ramírez Pulido para Laguna Negra.

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