Opinión

Una anécdota infeliz en Cine Colombia

Una anécdota infeliz en Cine Colombia

Viv.ácida
Imagen portada de
2020-10-19

Cada vez que sale una película colombiana que quiero ver en Cine Colombia me toca correr y comprobar todo el tiempo que no la hayan sacado de cartelera y ajustarme a esos horarios difíciles y sólo a un par de salas. Hay otras opciones como Cine Tonalá o la Cinemateca Distrital donde también proyectan la mayoría de cine nacional y me han salvado de perderme alguna película. Sin embargo, aunque suene poco creíble, hay películas colombianas que me dan ganas de ver tal como uno va a ver los Avengers: Infinity wars (2018) o Deadpool 2 (2018), es decir, en sala grande con sonido envolvente y sillas muy cómodas. Cine Colombia no es el mejor exhibidor del país, pero ante la poca competencia hay que aceptar que tiene buenas salas y en algunas de ellas un buen precio a comparación de Tonalá, por ejemplo, donde las salas son pequeñas, los asientos no muy cómodos, las galguerías carísimas y siempre entra a la sala alguien de logística mínimo dos veces. También está la Cinemateca, un lugar mágico donde exhiben películas nacionales que nadie más se atreve y tiene un muy buen precio, pero a veces es difícil ver una película cómodamente por varios factores, entre ellos el fastidioso sonido de la puerta y la luz que se filtra cuando algún despistado no cierra bien las cortinas.

Por supuesto, las desventajas de estas salas alternativas son aceptables porque no tienen el mismo presupuesto ni finalidad que Cine Colombia. Además su público, generalmente, va por la película y no a comer palomitas. Pero si yo voy por la película y por las palomitas, ¿por qué Cine Colombia, a pesar de tener la posibilidad, no es capaz de complacerme cuando se trata del cine nacional? Desgraciadamente he vivido muy malas experiencias en las salas de ese exhibidor justo con las películas colombianas. En la proyección de Gente de bien (2014), por ejemplo, la película se detuvo a la mitad y después de 10 minutos la reanudaron en la escena siguiente; en Asunto de tierras (2015) prendieron la luz cuando ya había empezado la película; también en la proyección de Los hongos (2014) hubo problemas con el sonido, entre otras. Pero la más traumática fue la pésima proyección de una de mis películas colombianas favoritas, sobre la que escribí la semana pasada: Epifanía (2016) de Oscar Ruiz Navia.

La primera vez que vi la película pensé que era perfecta para ver con mi mamá. Así que hicimos lo propio y llegamos a Iserra 100 para la última proyección porque, después de sólo una semana, ya la iban a sacar de cartelera. Compramos maiz pira salado y con caramelo, el favorito de ella, y entramos a la sala entusiasmadas. Ella porque le dije que le iba a encantar la película e iba a recordar a mi abuelita, y yo por ver su reacción. Empezó la película y después del primer capítulo, que es muy experimental, noté que algo estaba mal con el sonido y que dos personas abandonaron la sala. Fui a hablar con la administradora y su respuesta fue que así era la película, me enojé, le dije que la película tenía el audio perfecto y me dijo que ya le subía el volumen. Volví a la sala indignada y noté que seguía la escena donde la mamá canta a grito herido Quiero aprender de memoria del encantador Leonardo Favio, entonces me calmé esperando ver a mi mamá susurrar ese himno de la música para planchar. Pero no, tampoco se escuchó…

No pude más sino levantarme indignada y contarle a todos que Cine Colombia estaba arruinando la película y que, obviamente, sin el audio estaba perdiendo la magia. Tal vez la escena habría sido más contundente cuando todos salimos de la sala si hubiera estado repleta, pero después de las bajas de los primeros minutos, allí sólo quedábamos 10 personas. Discutimos con la encargada, quien de nuevo se atrevió a decir que así era la película para terminar confesando que el equipo de la sala estaba dañado. Mientras asimilaba las estupideces que decía, escuché a una mamá y su hija decir que con razón no entendían nada de la película, eso fue muy triste y me acerqué a decirles que era una película perfecta para ellas... ¿Pero cuándo más tendrían la oportunidad de ver Epifanía? Cine Colombia había impedido que los espectadores sintieran lo que esa película transmite, había arruinado una experiencia mística entre las mamás y sus hijas y a cambio ofrecía la devolución del dinero o una boleta para otra película francesa que empezaba.

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