Análisis

No se culpe a Baker

No se culpe a Baker

Daniel Riomalo
Imagen portada de
2020-07-28

All things are current found es un treno de Thoreau en homenaje a la existencia indeterminada de las cosas antes de ser medidas por el tiempo. Todas las cosas están ahora fundadas. Antes, mis primeras lecturas literarias fueron tocadas por la gracia de la palabra atemporal. Las historias se contaban pero evadían en mi cabeza toda asociación con el mundo en que vivía. Por eso mi sorpresa fue enorme cuando leí a J.A. Baker. Rara avis. Aislado del mundo literario. Leñador. Recolector de manzanas. Presidente de una asociación automovilística (no sabía conducir auto). Amante de la bicicleta, de la naturaleza también. Tan dedicado fue su amor que durante años se dedicó a observar a los halcones peregrinos y tras cinco reescrituras terminó El peregrino, un relato a modo de diario que sigue durante un año sus movimientos, hábitos y, por supuesto, sus cacerías:

Estas maniobras se repitieron diez o doce veces hasta que las dos aves quedaron casi ocultas en los confines del cielo. Luego fueron a empinarse por encima del río, donde yo esperaba que la agachadiza exhausta haría el último esfuerzo por escapara metiéndose en un cañaveral. Pero muy de repente empezó a caer como si la hubieran golpeado [...] A ciento cincuenta metros del río las dos siluetas se fundieron en una sola ave oscura que se elevó otra vez y a vuelo lento regresó al arroyo. [...] La desplumó y se la comió mientras el sol le teñía la espalda enmarañada del color del maíz maduro.

Abundan detalles en las descripciones propios del naturalista más observador. Pero la prosa de Baker supera con creces el relato científico, ese que nos regaló la sentencia del naces, creces, te reproduces y mueres, ese que busca justificar la existencia y por consiguiente el dolor a través del método. El científico hace un intento por paliar la sensación de crueldad, así explica el hambre y regula las formas de saciarla. Impone un código moral que nos obliga a mantener la vida a pesar de todo. Cargamos con ese legado pero por mera gracia, a través de este libro, pude captar algo de la inocencia anterior al lenguaje y las medidas. La presa que es incapaz de seguir huyendo se nos presenta en su máxima impotencia. No hay moraleja. Zizek dijo que al investigar sobre casos de genocidio solía encontrar un poeta que había hecho un trabajo de preparación previo. Punto a favor para Baker.

El peregrino fue uno de los motivos que ayudó a reforzar los esfuerzos de conservación de una especie amenazada por la contaminación industrial de su entorno. No puedo asegurar que todos los lectores sean testigos tan inocentes como Baker, pero si se llega a derramar sangre en su nombre, no se le puede culpar más de lo que se puede culpar a un halcón por devorar una agachadiza.

Baker, J.A. El peregrino. Editorial Sigilo. Buenos Aires. 220 páginas.

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