Análisis

Guerra y Paz

Guerra y Paz

Invitados LN
Imagen portada de
Marcia Díaz
2020-07-10

Angélica Sangronis me dijo que el libro más difícil sobre el cuál hablar es el favorito propio. Ese texto imprescindible en tu biblioteca que siempre recuerdas por sus descripciones, sus acciones, la forma como pareciera hablarte directamente, incluso cuando ya lo has terminado de leer. Y esto es así porque tienes tanto que decir sobre el libro en cuestión, tanto que quieres transmitirle a la gente sobre por qué deberían leerlo, porque además debes convencerlos, ya que en esta sociedad imperfecta no puedes simplemente amenazarlos con un arma de fuego…; describirles partes específicas del libro donde te detuviste en la mitad de la noche y, solo por ser ese libro, por ser esa escena, la volviste a leer.

Y así, con un pensamiento de dicha absoluta y total impotencia sobre cómo redactar este texto, 1700 páginas después, seis meses de lectura, dos crisis existenciales, una de ellas causada por el mismo libro, terminé de leer Guerra y Paz. Tolstoi lo volvió a hacer, el viejo zorro logró mandarme en cuerpo y alma a las magníficas y ostentosas fiestas de la aristocracia rusa, a las humildes vidas de lo mujiks rurales; a los campos de batalla que apestaban a pólvora y sangre, donde los franceses dirigidos por Napoleón lucharon contra austriacos, prusianos, rusos y otros franceses; juergas con mujerzuelas y osos, masones, intrigas políticas o amorosas, gente naciendo, creciendo, amando, muriendo, el libro lo tiene todo.

Lo que todos dicen.

Para despachar rápidamente las sinopsis que van a encontrar en la contratapa de cualquiera de sus ediciones o en Internet, Guerra y Paz es una obra que abarca los 10 años de guerras napoleónicas (1805-1815), más específicamente el cómo esas guerras afectaron a los rusos, la invasión de 1812 y la consecuente guerra patriótica, y luego un lapso de 5 años (1815-1820) para terminar la novela con la primera parte del epílogo. Entonces es una novela histórica. El lector se va a encontrar con descripciones de campos de batalla, movimiento de tropas dispuestas a detener a otras tropas, gente despellejando a otra gente, extranjeros y nacionales, y luego de un periodo de paz donde la política se impone como presunta protagonista de la historia, vuelve a aparecer la amenaza de nuevas guerras, nuevas matanzas, nuevos desplazamientos de las masas de “Occidente a Oriente y de Oriente a Occidente”.

Ahora, Georg Lukács dice que la novela histórica tiene la particularidad de restarles importancia a los personajes particulares y así darle más interés a saber qué sucedió, dónde, por qué, etcétera. Pero él mismo reconoce que la novela de Tolstoi es una de las dos excepciones a esa regla, pues los personajes que allí se plasman son tan vívidos, tan intensos en sus decisiones, que sobrepasan al acontecimiento histórico llevándose toda nuestra atención, y aquí es donde aparece el relato paralelo de la novela:

Guerra y Paz cuenta la vida de los hombres. Sigue las anécdotas de varias familias rusas, aristocráticas, que tienen que tomar decisiones sobre el amor y el odio, el bien y el mal, la riqueza, la fortuna, personajes que tienen que preguntarse constantemente quienes son y por qué habitan el mundo. Que triunfan y fracasan, que planean y actúan de acuerdo a sus deseos egoístas, indiferentes a todo ese entramado abstracto e invisible que llaman el poder:

"Entretanto, la vida seguía adelante; la verdadera vida de los hombres, con sus intereses sustanciales de salud y enfermedad, de trabajo y descanso; con sus inquietudes intelectuales por la ciencia, la poesía y la música, el amor, la amistad, el odio, las pasiones. Esa vida seguía como siempre, independientemente y al margen de la amistad política o de la hostilidad hacia Napoleón Bonaparte y de todas las reformas posibles".

Y en ese mar de personajes resaltan sus tres protagonistas: el príncipe Andrei Bolkonsky: altanero, indiferente, superior; el conde Pierre Besujov: miope, torpe, vicioso; dos personajes que son diferentes caras de la misma moneda, honestos e inquietos, que no buscan nada más que la felicidad. De ellos se dice que son las dos partes de la personalidad del mismo Tolstoi. Y su contraparte femenina: la condesita Natasha Rostova, el personaje que respira con intensidad en cada página de la novela, con su agilidad y burla inocente de la vida aburguesada de los rusos de la clase alta es capaz de robarle el protagonismo al mismo zar y está basada en la cuñada de Tolstoi (el viejo odiaba a su esposa y ella lo odiaba a él… sin comentarios).

Una novela que carga en sus hombros la responsabilidad de representar una época, un estilo y una nación entera. Guerra y Paz tiene aquello de lo que Tolstoi tanto renegaba: la historia de su pueblo, una historia verídica y certera en tanto que nos muestra seres de carne y hueso que se te tiran a la cara no más abres el libro. Existe sí la constante crítica sobre las verborreas filosóficas con las que Tolstoi intenta dar una explicación a los fenómenos que llamamos poder e historia, y que, claramente, no aportan nada al campo teórico a que se refiere, que aburren y que no pienso defender en este momento, así que pueden saltarse esas partes sin ningún sentimiento de culpa y, al menos por una vez, ser de esos bichos raros que pueden decir con propiedad Yo leí Guerra y Paz.

Versiones audiovisuales.

Guerra y Paz ha sido traducida al lenguaje del cine y la televisión muchas veces. Con más o menos acierto, cada una de ellas intentó capturar la esencia de la novela y así, sin proponérselo, los gringos demostraron sin ninguna duda que Audrey Hepburn era Natasha Rostova; los soviéticos demostraron que su ejército servía para otras cosas aparte de invadir países en la versión de Serguei Bondarchuk, y la BBC en su momento mostró a un formidable Anthony Hopkins como Pierre Besujov en la versión televisiva de 1972. Las impresiones sobre estas versiones están ya contempladas en el texto Tres adaptaciones de Guerra y Paz de William Díaz, profesor de la Universidad Nacional, así que en su lugar me dedicaré a comentar la última versión de la BBC estrenada el 3 de enero de 2016.

Contemplada como miniserie, la adaptación tuvo solo seis capítulos para resumir todo el libro. No es de extrañar, entonces, que el 90% de los personajes hayan desaparecido de la historia. Más aún los productores fueron más directos al expresar que su intención con respecto a la serie: [Guerra y Paz] gira en torno a cinco familias aristócratas, establecidas durante el reinado de Alexander I, y se centra en el triángulo amoroso entre Natasha Rostova, Andrei Bolkonsky y Pierre Bezukhov.

Con un Pierre demasiado joven (Paul Dano) y una Natasha demasiado vieja (Lily James) el único que parece que no entra en su personaje a la fuerza es el príncipe Andrei (James Norton). El primer capítulo abre con una bella escena montañesa donde irrumpe un título que nos informa que al parecer un tal señor llamado Napoleón invadió Austria. Aparece el susodicho de espaldas a la cámara y sabemos que será el enemigo invisible, literalmente, al que todos se refieren, veneran y temen. Luego pasamos a una toma aérea sobre San Petersburgo y de allí a los salones de Ana Pavlovna, donde todos los personajes, sin excepción, parecen salidos de los más refinados salones ingleses.

La versión de este año ha sido aplaudida por la crítica y el público inglés, tal vez, me atrevo a decir, porque sus representaciones y tensiones responden más a lo que los ingleses quieren ver. Sin ser mala, sin quitar las escenas que se saben no deben faltar en ninguna adaptación, es una narrativa que bien podríamos ver en Downton Abbey: cortos diálogos entre distintos personajes que intrigan por los pequeños placeres de la vida, reacciones escandalosas de los caballeros y damas inglesas, y juro por Dios que había un actor con un monóculo.

En todo caso la serie tiene lo básico que se necesita para triunfar en la televisión británica actual: sexo, escenas cursis y humor británico. Por lo que si ya terminaron de ver la temporada de Game of Thrones es una buena alternativa para matar el tiempo mientras esperan a que pase el año o si otras opciones como Stranger Things no los convencieron por no cumplir con los mínimos estándares de esnobismo.

Nestor Pulido para Laguna Negra

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