Opinión

Realitrump

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Juan Dávila
Imagen portada de
Marcia Díaz
2020-07-10

Los americanos podrían estar a punto de embarrarla. En grande. Casi como si el director de la oficina de misiles atómicos de la Unión Soviética hubiera entrado a las 7:45 de la mañana al centro de mando y tropezado con la silla y regado el café sobre los botones. A ese nivel de cagada me refiero. Y lo peor, lo hacen con gusto. No estoy exagerando. Todo por el previsible producto de la realidad inmersiva de la televisión.

Y es que no resulta difícil darse cuenta que la vida del americano promedio está mediada por los productos audiovisuales que terminan por rellenar las partes faltantes de su vida. La televisión ayuda tanto a saciar sus ansias de voyerismo como a cumplir deseos insatisfechos. ¿No lograste viajar?, tranquilo, un programa lo hará por ti. ¿No cocinas muy bien?, aquí cocinamos mejor que cualquiera y se lo restregamos en la cara al mundo. ¿No consigues mujeres?, pues no importa, aquí hay miles dispuestas a cumplir las fantasías de los espectadores. El verdadero sueño americano.

Y es aquí donde entra el Reality. El producto televisivo que deja atrás, en apariencia, toda producción para aprovechar lo "natural" que sostiene el ritmo de la vida. Pero no son vidas comunes y corrientes. Son vidas pasadas por el filtro de la televisión. Son un montón de individuos que se llenan de maquillaje, se encierran en una isla, en una cocina, en una casa o en un edificio de mármol rojo y se dejan a la deriva a que vivan con la naturalidad que les permite el hecho de ser monitoreados día y noche. La panacea de la pantalla chica.

Esto funciona de dos maneras:

Por un lado, si mi vida o tu vida son un asco, es preferible vivir la de alguien más. Vivir mil vidas distintas hasta encontrar la adecuada. Esa es la primera premisa de la sustitución de vida de los Realities. Por otro lado, si mi vida o tu vida son un asco, veamos cómo la vida de alguien más resulta ser mucho peor y disfrutemos de nuestro premio de consolación. Todo bajo el manto de conformarnos con la imagen y no superar la apariencia. El cubo mágico, ahora plano y con sonido envolvente. Amamos u odiamos pequeños puntos de luz que se van transformando en nuestras retinas.

Aquí es donde entra nuestro héroe: Mr. Reality, Donald Trump. Tal vez uno de los pocos hombres que ha forjado de manera férrea y perseverante su imagen a lo largo de años.

Donald Trump y su imagen.

Las familias americanas han visto a Donald Trump por décadas, porque es un hombre de medios. Han conocido sus negocios, porque cada cosa que realiza lleva la firma Trump encima. Desde hace varios años lo ven semana tras semana en NBC despidiendo personas. Y él despide porque es el jefe, y porque sabe lo que hace. El aprendiz es un formato de programa que nos hace dar por sentado que Donald Trump es la persona más capacitada para hablar de negocios. Claro, porque él y no otro es quien toma las decisiones. Esta es la imagen que, de manera certera, queda en la cabeza de los millones de televidentes cada vez que el programa se emite. Pero, si sabemos leer entre lineas, tal vez este programa nos muestre mucho más de lo que realmente se trata el fenómeno Trump. Miremos, por ejemplo, la manera en la cual "despide" a los participantes de su programa.

Donald Trump despidiendo como estrategia publicitaria.
Donald Trump despidiendo como estrategia publicitaria.

Temporada 5, primer episodio, Donald despide a una mujer, Summer, por interrumpirlo en medio de la ronda de eliminación para defender a su compañero de equipo; por tomar, por un momento, la vocería. He visto a Donald Trump interrumpir 51 veces a Hillary Clinton en un solo debate presidencial. He visto a muchos hombres interrumpiéndolo en ese mismo programa. Pero una mujer habla y él la despide.

Temporada 6, episodio 7. Donald Trump despide a Derek por bromear llamándose a sí mismo white trash o basura blanca, un término con el que se suele denominar despectivamente a los americanos blancos de bajos recursos. He escuchado a Trump llamar a los inmigrantes mexicanos "terroristas"; lo he escuchado hablar de la necesidad de sacar a todos los musulmanes de su país. Pero un hombre bromea sobre su condición de blanco y es despedido.

De una u otra manera Trump es, a la final, el hombre que despide. No tiene miedo de tomar las decisiones, dicen muchos. Pero lo que no vemos normalmente es que estas decisiones obedecen tanto al rating como al formato mismo del programa. La mayoría de veces "el jefe" despide sin pensar en el panorama general, pues lo que importa es aquello que piensa y siente en el momento. Tiene la entereza suficiente para humillar a los demás y tomar decisiones sin pensar. Es el que representa la fuerza contraria a la política tradicional. Es el cambio. Aquel que le devolverá la grandeza a la bandera de estrellas y rayas. Esta es la imagen que el pueblo norteamericano tiene de él. Una imagen cuidadosamente creada cada temporada.

Lastimosamente, no todo cambio es bueno.

Trump significa éxito, aunque realmente no sea exitoso. Trump significa inteligencia y estrategia empresarial, aunque realmente se note en sus decisiones la falta de preparación. Trump parece un hombre integral, aunque tantas y tantas veces lo hemos visto caer en comentarios denigrantes a las minorías. Trump parece. Trump significa. Trump no es. Existen dos Donald Trump. Uno es aquella marca registrada de capacidad empresarial. El otro es un hombre tan impredecible, megalómano y prepotente demuestra que, en el fondo, Jekyll es solo una fachada hecha de ratings y maquillaje para un Hyde que podría tener chances de ser aquel que "lidere el mundo libre", como suelen decir los norteamericanos de su presidente.

La exitosa y reciente carrera política de Donald Trump parece un fenómeno que pocos se atreven a analizar. No se suele entender sus causas. Nos concentramos, sobre todo, en reconocer las consecuencias (claro, devastadoras) de tener a un personaje de este estilo en la casa blanca. Pero vayamos más allá y notaremos que, en medio de todo, la decisión parece guiarse por aquella vida que muchos norteamericanos vieron en televisión, la vida que quieren vivir y que él les promete. Una sociedad de sueños rotos podría terminar con un líder hecho a través de las cámaras de NBC.

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