Análisis

Vaporwave: Hipnagogia, sampling y experimentación

Vaporwave: Hipnagogia, sampling y experimentación

Camilo Calderón
Imagen portada de
Marcia Díaz
2020-07-18

Aproximadamente hace diez años, y en medio de un recorrido nocturno por la carretera al departamento del Cesar, me encontraba en el asiento trasero de un terco Swift noventero, mientras terminaba de asimilar el—absurdamente fortificado—caldo de pescado que vendían en Honda, Tolima. La escena era surreal: una bóveda cósmica totalmente iluminada en contraste a una carretera desierta y oscura; una pincelada de ciudades próximas en colores púrpuras y una mezcla electrónica lenta en la radio que, minuto a minuto alimentaba nuestra somnolencia a pesar de aumentar nuestras posibilidades de un accidente vial. Esa transición nebulosa, de regresión y peligrosa—en el sentido práctico del viaje—sería mi definición personal sobre lo que ahora conocemos como el Vaporwave.

Me refiero a un micro-género musical muy particular que se ha tomado mi atención—y la de una numerosa comunidad en Internet—desde hace un tiempo. Un micro-género que podría fácilmente caer en las categorías del ‘sampling’ tradicional pero que al mismo tiempo es un experimento creativo—e irónico—ahora esencial, para entender algunos apartes de la cultura del Internet. El Vaporwave, en el sentido musical, es un tipo de electrónica—no necesariamente ejecutada bajo instrumentación—que toma descaradamente algunos sonidos para producir un efecto, cargado en segundo plano, que se debate entre la nostalgia, la somnolencia y el sarcasmo.

Baile escueto – Lanzamiento de Windows 95

Vaporwave como término—traido del ‘vaporware’, un peyorativo para referirse a un producto anunciado de afán que nunca termina desarrollándose o que se vuelve un fracaso, lo cual es una broma—no tan elaborada— a la cultura consumista, generalmente norteamericana ,de finales de siglo XX. No obstante, este tipo de exploraciones—que toman forma de laboratorio sonoro sarcastico permeado en música de ascensor—no son nada nuevas. Un canadiense llamado John Oswald, conocido en el medio por ser un compositor y saxofonista destacado, en su proyecto y ensayo académico Plunderphonics, establece y relata—musicalmente—una relación entre el sonido existente no como un dispositivo de archivo, sino también como uno creativo; es decir, lo grabado como instrumento.

Esta relación traida por Oswald en su extenso ensayo—y experimento musical—presentado en 1985 no solo sería relevante para los compositores de música electrónica en el momento sino también lo pondría en la mira de las grandes corporaciones—y su lucha ahora perdida—por tener control absoluto de la propiedad intelectual de los sonidos ya existentes, que son el combustible de esta idea. Nada menos que la CRIA, la organización que regula los derechos musicales en Canadá, a través de peticiones de artistas de la talla de Michael Jackson solicitó la destrucción total de los trabajos distribuidos en el proyecto Plunderphonics en 1989. Al parecer esta antesala a una corriente estilística, nombrada por algunos como Collage, simplemente no tenía salida en el momento pre-Internet que vivió Oswald.

Una pizca de estética Vaporwave animada
Una pizca de estética Vaporwave animada

Este efecto sedante que luego fue utilizado por Ramona Xavier, mejor conocida como Vektroid, para realizar, con el nombre de Macintosh Plus, el exitoso album Floral Shoppe—que en lo práctico se convertiría en la definición popular del género—se trata de una experiencia sensorial conocida como la Hipnagogia; una transición de la vigilia al sueño causada principalmente, en este caso particular, por la reducción en el timbre y tempo de los elementos ‘sampleados’. Esta transformación, sin importar la fuente original del sonido está acompañada en algunos casos de transposiciones momentáneas y otros elementos auditivos, y efectos como distorsiones, instrumentos adicionales y vibraciones que en el producto final, contribuyen a la experiencia de lentitud, atemporalidad y sueño comunes en el Vaporwave.

Han pasado varios años desde que empezó la tendencia y nombres como Saint Pepsi, Blank Banshee, Sunset Corp, Internet Club, Hong Kong Express y otros cientos han mostrado su propia interpretación de este estilo que ha atrapado a muchos a través de sus sonidos—muy relajantes—y su particular estética irónica y nostálgica—llena de palmeras, neones, recortes de sistemas operativos viejos y otros detalles—mutada en infinidad de nuevos micro-géneros como el Future Funk o incluso el Mall Soft. Y bien no sobra mencionar que el Vaporwave, así como otros grandes experimentos musicales—a veces nacidos en la miserable existencia de una broma bien jugada—no habrían sido posibles de la manera como los conocemos sin el acceso a las tecnologías actuales y la capacidad de divulgar al público—de inmediato—nuestros resultados creativos.

Vaporwave - Ilustración de Marcia Díaz para Revista El Cachaco
Rostro del Vaporwave – Ilustración de Marcia Díaz

El surgimiento de este sinnúmero de iniciativas musicales—con un crecimiento increiblemente rápido—es una de muchas razones por las cuales el Internet—como ecosistema—tiene un gran valor, más si lo consideramos como lugar para tomar, mezclar y experimentar en nombre de una búsqueda constante por ver, leer y escuchar algo nuevo. La movida del Vaporwave no es una excepción a la regla: un micro-género que en mucho menos de una década ha mutado en diferentes expresiones alrededor de una fórmula bastante simple, encantadora, irónica y somnolienta.

Es una fascinación surrealista y alucinógena por el pasado y sus memorias ajenas.

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