Análisis

Tucker y un nuevo sueño americano

Tucker y un nuevo sueño americano

Invitados LN
Imagen portada de
Marcia Díaz
2020-07-28
«Existe una hora en la que el hombre, si consigue descubrirla, puede ser feliz para el resto de su vida.»
Eden Phillpotts

En 1948, Preston Tucker construye un automóvil visionario salido de una fábrica artesanal de Detroit. Era un coche revolucionario (con seis cilindros, motor trasero y con cinturones de seguridad) tanto en el terreno mecánico como en el estético. El excelente adelanto técnico del Tucker 48, irrita e incomoda a los otros constructores famosos. A pesar de que no haya podido construir más de cincuenta carros, es acusado por el gobierno de haber cometido fraude fiscal. Presionado por el estado y por el poder político, Preston Tucker se ve abocado a cerrar su fábrica.

Francis Ford Coppola tenía ocho años cuando vio por primera vez un Tucker (tuvo dos George Lucas, su productor, también), y lo adquirió a un costo de cien mil dólares. En la película Tucker, Dean Stockwell interpreta a Howard Hughes, el millonario constructor de aviones, y Lloyd Bridges, el padre de Jeff, a un senador violentamente opositor a los sueños, ilusiones y al espíritu inventivo de Preston. Con una buena dosis de energía, compasión y entusiasmo, rabia, vida, magia en los sentimientos, en la creatividad de del individuo, y comunicación, lo imperceptible que subyace e impulsa el movimiento de Tucker es la pasión y el placer con que Coppola aborda en su particular mirada de director, el cuadro, la secuencia y el manejo del tiempo, dejando plasmadas allí sus ideas.

Tucker

Es una película rápida, nerviosa, entusiasta. Las luces golpean, los colores explotan, la música y la cámara se van resbalando plácidamente acariciando una magnífica actuación de Jeff Bridges. Coppola muestra y demuestra la habilidad de un maestro y la malicia de un prestidigitador. Había intentado en seis años y en cinco películas — Outsiders, Rusty James, Cotton Club, Peggy Sue y Jardines de piedra — rehacer una reputación y ofrecerse una línea ascendente en el intrincado camino competitivo del cine estadounidense.

Si Tucker, la película, respira tanta felicidad y optimismo salpicados por el gusto amargo de la melancolía, es para Coppola el fin del purgatorio en donde se encontraba. Muchas de sus anteriores películas, quizás desde De corazón a corazón hasta Historias de Nueva York, habían sido mal tratadas por la crítica y presentaban muchas dificultades para su comercialización y exhibición. Con Tucker, esta página ha sido resueltamente arrancada. Es una película más que personal, pues Coppola y Preston son contemporáneos. Coppola logra con Tucker llegar a la madurez como director. Esta película es el retrato fiel de un hombre, de un estilo y de un espíritu. El de Preston Tucker y el de Coppola, el hombre que asume el cine como una actitud vital, intensa.

En una entrevista, Francis Ford Coppola responde la pregunta: «Las semejanzas entre Tucker y su vida son evidentes. Su Tucker era el estudio que usted fundó: Zootropo. Su enemigo no era Detroit pero sí Hollywood y fundamentalmente Nueva York. Howard Hughes, el hombre que va a ayudar a Preston en su caso, ¿es George Lucas? No, Lucas sería el personaje de la película que llega con los bocetos del coche que Preston tenía en mente, sería el hombre que se vende a sí mismo para trabajar como diseñador del automóvil, sería ese joven soldado, recién salido de la guerra y que lleva dentro de su cabeza una gran cantidad de ideas nuevas y originales. En cuanto a la irrupción de Hughes en la vida de Tucker, es un episodio verdadero. Todo lo que pasa en la película está sustentado en hechos reales. Algunas semanas antes de la filmación, el hijo de Tucker, que ha sido nuestro consejero, asomó su cabeza en mi oficina y me dijo: ‘Un día, cuando era muy pequeño, mi padre me llevó a realizar un viaje con él. Tomamos un avión y yo no sabía a dónde íbamos. Cuando llegamos nos estaba esperando Howard Hughes. ¿Usted cree que eso le puede interesar?’ Me interesó tanto que la inserté al interior de la historia. Siempre he intentado encontrar una manera de poner en escena todo aquello que tenga armonía con la historia que voy a contar.»

Tucker es la efervescencia de la post-guerra, el descubrimiento de la publicidad, el imperio de lo novedoso, el nuevo despertar del gusto por lo moderno o futurista. Una época en donde el sueño de ganar, de poseer y de “tener”, era el pensamiento común de las personas. Es publicitaria en la medida en que alaba los méritos de Preston Tucker. Su resultado es, por lo tanto, una película rutilante como su época, como su protagonista, como su genial invento: su automóvil.

Vittorio Storaro es el encargado de la fotografía. Este sería su tercer trabajo para Coppola, ya había sido director de fotografía en Apocalipsis now (obtuvo un Oscar) y De corazón a corazón. Storaro reconoce que cada una de las películas que ha realizado con Coppola representa una parte de su vida.

«Hacer Tucker era casi como recrear nuestra historia común. Cuando avanzábamos en el rodaje, la historia se iba nutriendo de nuestras propias referencias personales. Tuve siempre la impresión de ser yo mismo uno de los colaboradores de Preston Tucker. Después de haber leído el guión, preparé la estructura fotográfica y se la mostré a Coppola. Estuvo completamente de acuerdo con mi propuesta. El tema debía permitirme llegar a contar la historia con base en la luz y en las sombras. Nunca pensé en los actores. Coppola ha cambiado, no solamente a causa de la experiencia de la filmación de las películas anteriores sino a la muerte de su hijo Gio durante la filmación de Jardines de piedra. Creo que Coppola ha perdido ya su inocencia con Tucker, ha dejado allí una mezcla de dolor, alegría y tristeza, cerrando un capítulo importante de su vida.»

Vittorio Storaro

George Lucas comenta: La película muestra las dificultades que padece un individuo que intenta hacer que sus ideas sean aceptadas en el sistema. Es una película importante para todos aquellos que han tenido la determinación de transformar sus sueños en realidad. Jeff Bridges afirma: «Tucker no decía que era un ingeniero sino un ‘imaginador’. Estaba tan cercano a su familia que en ella mezclaba todos sus aspectos de vida.»

Esta visión nos acerca de una manera única al asfixiante mundo de los industriales americanos. Nuestro protagonista, que podríamos llamar un verdadero artista, lucha para mantener una exquisita ruptura entre lo que ‘debería ser el empresario’ y lo que este hombre quiere volver material a partir de sus sueños. Coppola yace en un homenaje vívido de los aparentes aires de paz en medio de los E.E.U.U., conectando con las frustraciones propias de los ingeniosos y el puño de hierro de los titanes de la escena automotriz de la época.

Es esta separación la que me trae de nuevo a su autor: «La creatividad es el único recurso económico de una Nación.»

Juan Guillermo Ramírez para Laguna Negra

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