Análisis

Sobre el subdesarrollo del automovilismo en Colombia

Sobre el subdesarrollo del automovilismo en Colombia

Alejandro Ramírez
Imagen portada de
Marcia Díaz
2020-07-10

Algo inesperado y sorprendente llamó mi atención en un episodio reciente de The Grand Tour, un programa de automovilismo hecho por los antiguos presentadores del fenómeno televisivo llamado Top Gear: Jeremy Clarkson y Richard Hammond apostaron una carrera para ver cuál de sus Buggies era más rápido y resolvieron el asunto en un autódromo. ¿Qué hay de raro en eso? Que en ese preciso episodio el programa estaba siendo filmado en Namibia. Namibia, que declaró su independencia en 1990, tiene un autódromo. Namibia, una tierra con 825,615 km2 de extensión, encontró lugar para un autódromo. La República de Namibia, con un PIB per cápita de US$4,427, halló dinero para financiar un autódromo. Estamos empatados con Namibia en términos de escenarios deportivos para la práctica del automovilismo, nosotros tenemos Tocancipá y ellos tienen un autódromo de 2600 metros de largo, cinco desafiantes curvas, pista de karts y recta de piques llamado Tony Rust Racetrack que, además, está pendiente de ser aprobado por la FIA después de una extensiva remodelación.

Namibia, maldita sea, ¡Namibia tiene un autódromo!

Antes de continuar, quiero aclarar que en ningún momento mi intención con este artículo es denigrar a un pequeño país africano ni incentivar ningún tipo de racismo. Muy por el contrario, quiero aplaudir, felicitar, lamerle las botas de admiración ante el Automóvil Club de Windhoek y el Ministerio de Juventud, Deporte y Cultura de la gloriosa República de Namibia. A través de su esfuerzo y determinación, Namibia tiene el mismo número de autódromos que una nación supuestamente más desarrollada como lo es Colombia. ¡Enhorabuena namibios! Si este hito es representativo del rumbo que su joven nación está tomando, ¡van muy bien!

Llevaba meses enteros pensando en escribir un artículo criticando fuertemente la situación en la que se encuentra actualmente el automovilismo en Colombia y, por fin, viendo The Grand Tour encontré una forma efectiva de mostrar lo grave que dicha situación es. Independizada 171 años antes, 316,133 km2 más grande y hogar de magnates con fortunas que los Namibios jamás podrían concebir Colombia tiene en estos momentos un solo autódromo al igual que Namibia y, además, un autódromo que es apenas 125 metros más largo. Si eso no es señal de que el automovilismo en este país no está progresando, no sé qué puede serlo. El automovilismo en nuestro país inició décadas antes de que Namibia siquiera se independizara de Sudáfrica y ya nos alcanzaron en términos de escenarios deportivos. Una vez más, bravo, chapeau, mis más sinceras felicitaciones a la nación de Namibia.

Y es que hay que preguntarse, ¿cómo carajos se puede desarrollar un deporte sin escenarios? Disciplinas como el fútbol o el tenis, por ejemplo, no requieren más que tiza y unas mallas para crear un escenario donde puedan hallar esparcimiento y satisfacción tanto la juventud como los veteranos apasionados por la práctica, pero aún estos deportes relativamente sencillos requieren la construcción de escenarios dedicados y sofisticados, si es que aspiran a que tales prácticas en el país alcancen un mínimo nivel de profesionalismo. En el caso del automovilismo la falta de escenarios deportivos implica un factor adicional que es tan siniestro como preocupante: organizar un ‘picaito’ entre amigos en la calle de un barrio no produce las trágicas consecuencias que produce el automovilismo ilegal.

Por eso es que cada semana los paisas lloran un compañero que se 'destutanó' en Palmas. Por eso en Pereira hay que sobornar a la policía para hacer piques clandestinos. Por eso en Bogotá los noticieros ganan ratings a punta de mostrar piques ilegales en plena avenida y hasta tiroteos entre policías y delincuentes. ¡Porque nuestro gobierno y, más importante aún, nuestras entidades deportivas han hecho tanta gestión e invertido tanto dinero que, a estas alturas del partido, tenemos el mismo número de autódromos que Namibia! ¿Cuál de los dos es el país subdesarrollado y cual el país en vías de desarrollo, ah, díganme?

Ilustración de Marcia Díaz para Revista El Cachaco

Los así llamados 'piques ilegales' son un problema visible. Sin embargo, la solución al automovilismo ilegal no puede simplemente ser punitiva: más policía, más cárcel, más operativos, más multas. ¡Esa es nuestra solución para todo y miren lo bien que ha salido, cuan vacías están nuestras cárceles! No, la solución tiene que pasar por, primero, entender que el automovilismo es una práctica deportiva genuina y respetable que no desmerece nada a otras disciplinas y, segundo, que el deporte merece inversión económica porque es una fuente inagotable de virtudes para las personas: el deporte es esparcimiento, es bienestar, es cultura. El deporte es vida y, para muchos, el automovilismo es nuestra vida. Llámenlo adrenalina, llámenlo joie de vivre, llámenlo pasión, llámenlo afición. Llámenlo como quieran llamarlo, lo cierto es que en Colombia hay una cantidad considerable de personas, hombres y mujeres (y si me entero de un piloto LGBTIXYZ123, ¡Cuánto mejor!), para quienes nada puede reemplazar la satisfacción de rebajar un cambio ‘puntataconiando’, el placer de un turbo cuando entra en boost o el orgullo de ver a un rival en el espejo retrovisor. Habrá quienes deriven el mismo nivel de placer al nadar mil piscinas en una tarde o al levantar tantos kilos más de pesas, pero este es nuestro placer, ¿Y qué? ¿Qué tiene de malo? ¿Por qué deberíamos sentirnos culpables por hacer algo que se hace en todo el resto del mundo?

Culpables deberían sentirse las entidades, tanto privadas como públicas, que tienen cualquier tipo de influencia sobre los, ¡perdón!, sobre el único autódromo en este país. Culpables, sí, porque son quienes tienen el poder político y económico para hacer algo pero están perfectamente contentos con el status quo. ¿Qué les importa que los pobres (léase: los no multimillonarios) se maten en las calles por intentar emular a su ídolo, el gran Montoya? ¿Qué les importa que los jóvenes crezcamos con la frustración de nunca haber podido tener siquiera la oportunidad de ser pilotos profesionales porque nacimos estrato 3 y no estrato 10? Ellos están felices y contentos de correr sus prototipos importados en el mismo autódromo, una y otra vez ante multitudes de espectadores que palidecen en comparación con la cantidad de gente en el concierto navideño de cualquier jardín infantil. “¡Ala, chato, que bien tomaste esa curva! ¿Y cómo va tu hijo, ya empezó con el karting? ¿Ya tiene coach y fitness trainer? ¡Caramba, ala, como crecen de rápido!” Y, mientras tanto, los carros saliéndose de la pista en la recta de piques (o limitando su potencial para evitar accidentes fatales) y los pilotos muriéndose ahogados. Muy bonito.

El autódromo Tony Rust Racetrack de Namibia no podría tener su certificación FIA si el gobierno nacional, a través de una colaboración público-privada entre el Automóvil Club de Windhoek y el Ministerio de Juventud, Deporte y Cultura, no hubiera apoyado la remodelación de este espacio. Según reportes noticiosos, el autódromo cercano a Windhoek (la capital de Namibia con una población diez veces menor a la localidad bogotana de Suba) recibió un trabajo de repavimentación que tuvo un costo estimado de 500,000 dólares namibios, lo que equivale a aproximadamente cien millones de pesos colombianos. ¿Es poco? Sí, tal vez, considerando que en nuestro país toda obra de infraestructura multiplica sus costos de la noche a la mañana por razones misteriosas; pero el hecho es que el gobierno nacional de Namibia está invirtiendo en su juventud y está haciendo un esfuerzo por erradicar el automovilismo ilegal de la manera correcta, mientras que aquí el apoyo gubernamental brilla por su negligente ausencia. ¡Namibia, que grande eres!

Ilustración de Marcia Díaz para Revista El Cachaco

Así, a menos que alguien este dispuesto a darle a Oscar Tunjo los USD$80 millones que se gastó el papá de Lance Stroll para conseguirle a su hijo un puesto en Williams, es imposible que volvamos a tener un colombiano en la Formula 1 y es absurdo, hasta el punto de ser chistoso, pensar que un colombiano alguna vez pudiera ser campeón de Fórmula 1. O de NASCAR. O del WEC. O del WRC. O del WTCC. O del BTCC. O del SuperGT. O del DTM. ¡O de cualquier cosa que no sea un campeonato local! Porque, si algo podemos aprender del fútbol es que el talento se encuentra en todas partes. Aun cuando en el automovilismo el dinero sea un factor esencial, la historia del automovilismo mundial está repleta de historias donde el talento más brillante se encontró en la vereda más abandonada. Tres palabras para el que dude de esta afirmación: Juan. Manuel Fangio. Fue proliferación de espacios, la proactividad del Automóvil Club Argentino y hasta el apoyo de un polémico gobierno peronista lo que convirtieron en quíntuple campeón mundial a un campesino que ni siquiera terminó el bachillerato. Caroll Shelby, antes de convertirse en leyenda, fue granjero de pollos y obrero en un pozo petrolífero. Bruce McLaren empezó desde abajo, sin millones de dólares a sus espaldas, y si no hubiera tenido un espacio donde correr no existirían, ni el equipo de carreras que lleva su nombre, ni el emporio multimillonario que continuó su legado. Simple: si no hay espacios, no hay pilotos. Y peor aún: si no hay pistas donde correr, servirán las calles.

No todo está perdido, claro está, y sería injusto de mi parte no reconocer dos proyectos que son muy cercanos a mi corazón por ser las principales iniciativas en este país que buscan derrumbar las murallas que antes reservaban el automovilismo deportivo solo para las élites más repugnantes. Me refiero al Time Attack, organizado por Ancla Motorsport, y a los campeonatos Academia B y Academia C de la organización TC2000 Colombia. ¡Ese es el tipo de iniciativas que promueven el desarrollo de deportistas y alejan de lo ilícito a los amantes de la velocidad! Pero lamentablemente no es suficiente. Los organizadores de Time Attack ya no saben que más trazados inventarse para ofrecerle a sus asistentes una experiencia desafiante y, sobre todo, segura; TC2000 logra competencias emocionantes y fomenta la inclusión de nuevos participantes, con carreras de hasta 40 carros a la vez, pero también está llegando al límite de lo que puede hacerse en ese escenario. Pero es imposible hacer más con el escenario disponible sin poner en riesgo la seguridad de los pilotos y todos los asistentes, simple y llanamente no hay cama para tanta gente queriendo correr carros.

Ni a mí ni a los miles de personas que respiramos y sangramos amor por el automovilismo nos importa oír excusas o el clásico intercambio de culpas entre politiqueros y empresarios corruptos. No sé, ni me importa, exactamente quién es el responsable de esta situación pero es claro, es obvio, que alguien o, mejor, algunos tienen la culpa de que Namibia este a la par de Colombia en lo que a autódromos se refiere. Se vanaglorian nuestras federaciones y autoclubes cada vez que un piloto colombiano gana alguna carrera en el exterior, pero, ¿qué hicieron por él? ¿Qué capital público o privado recibió Montoya para poder poner a sonar el himno nacional colombiano en un podio en Mónaco? Aquí hay que hacer algo, o los jóvenes se seguirán matando en las calles y los profesionales seguirán quedándose sin alas para alcanzar sus sueños de gloria. ¡Y hay que hacerlo más rápido de lo que acelera de 0 a 100 un Porsche 918 Spyder!

Para concluir esta reflexión, más llena de indignación que de esperanza, quisiera citar a Christiaan Liebenberg, el presidente del Automóvil Club de Windhoek, vean cuánta visión y cuan clara tiene la vaina este señor:

“Pero nada hubiera sido posible sin el trabajo duro y la dedicación del comité, junto a patrocinadores y colaboradores que fueron más allá de lo necesario para mantener el automovilismo vivo en Namibia. […] ¡Sin el apoyo del gobierno esto no hubiera sido posible y hubiéramos perdido la pista y eventualmente el automovilismo en Namibia hubiera llegado a un punto final!”.

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