Opinión

Retrato de un cruce lleno de gente

Retrato de un cruce lleno de gente

Camilo Calderón
Imagen portada de
Camilo Calderón
2021-10-12

Cuando le preguntamos a nuestro director por este vistazo a una de sus calles favoritas allá donde él vive, nos dijo: "Es que es una esquina muy conocida en la ciudad y muchos la consideran el corazón comercial y cultural, pero también es un lugar lleno de caos, ruido y gente que parece que se le corrió la teja. Para muchos no es un sitio muy bonito para mostrar, es genial pero también un Times Square de bajo presupuesto. Es crudo y quiere ser algo glamoroso. Y me gusta resto andar ahí".

La ciudad es donde los caminos convergen. Estoy subiendo las escaleras y me encuentro en uno de esos lugares donde parece que se encuentra todo el mundo. Es una esquina, un cruce, decenas de plantas y una plaza. Algunos consideran la esquina un “Times Square” de bolsillo por los avisos y su contaminación lumínica. Otros la consideran un infierno porque de vez en cuando, a la medianoche, se libra una pelea a puños o puñal. Solo sé que aquí se encuentran muchas cosas y el piso tiembla con la cantidad de pasos.

Mucha de la gente no tiene nada que ver con el lugar, van de afán, como si quisieran salir corriendo de ahí. Para unos es la desconfianza, para otros es simplemente salir del caos a otra cuadra más tranquila. El otro grupo somos los que disfrutamos ese ruido, sea porque nos parece cosmopolita o porque somos una horda de masoquistas. Y aparte en su propio rincón, los turistas.

Mujer en ropa de oficina cruza la calle con afán.

Believe!! Grita un tipo con sombrero de campamento, chamarra blanca y aspecto desordenado. Dicen los foros en línea que el predicador del fin del mundo vive en los suburbios y tiene una vida muy normal: solo entra en su personaje cuando va llegando en el tren a mediodía. La ciudad tiene varios de estos, cada uno más colorido y de teorías más enredadas que el otro.

Suenan las sirenas de una ambulancia mientras se prenden las pequeñas fuentes de agua en la plaza. Los bloques de concreto cerca a la calle se vuelven miradores.

Paseadora lleva a un perro que parece contento. En el fondo, tres oficinistas con ropa y bolsas iguales.

Un perro ladra. Un tipo le grita a otro que conduce una camioneta y se atraviesa. El cruce es un pequeño diorama de todo y todos. El piso lo comparten los jóvenes que van a la moda, los ancianos que van abrigados, los predicadores en sus fachas, los domiciliarios con sus bolsas, los oficinistas con sus trajes y los turistas con sus cámaras al pecho. Muchos lentes de sol para pocos rayos UV. Muchos zapatos dejando marcas. El tranvía mueve su campana.

Niña con tapabocas, gafas oscuras y tiara de princesa mira a la cámara

Suena una de Michael Jackson en un parlante viejo lleno de cinta. Dos músicos de calle se sientan, aplauden para animar al público y se ponen a tocar sus baterías. Los platillos están rotos, algunas piezas tienen remaches. El aviso dice “Apoya a los artistas locales. Paz y amor”. Un hombre baila frente a ellos, embriagado por la música. El ritmo coincide con el timbre del semáforo. Por primera vez un sonido le gana al ambiente invadido de automóviles y buses. De hecho, el ‘cover de batería’ no está nada mal, a pesar de lo maltrechos que están los instrumentos.

Joven baterista toca su instrumento bañado por la llovizna.

El público aplaude y el círculo se disipa en el mar de gente afanada por el timbre del semáforo. Caen algunas monedas y un par de billetes. Pasa una patrulla de policía y prende la sirena a mitad de camino.

Hombre con sueter fuma un cigarrillo, tiene una expresión de tranquilidad.

Se ve humo en las ventanas de la tienda de ropa. El hombre que bailaba frente a los bateristas saca un cigarro de su suéter mientras se fuma el primero de la tarde. Ha saltado mucho y consiguió un par de monedas gracias a un transeúnte. Toma un respiro. Es mejor la hierba y el mentol que el monóxido de al lado.

Joven barbado y con afro revisa su teléfono mientras sostiene una bebida granizada llamativa. Está lloviznando

Cae la noche y los trenes se llenan. Está lloviznando. El vendedor de la tienda de zapatillas sale a su descanso y se toma su granizado de color artificial. Los avisos empiezan a brillar más que la calle entera. El predicador deja de gritar y ahora habla con su amiga que reparte panfletos.

Veo más domiciliarios que turistas. Sus bolsos cúbicos parecen bombillos de los colores de cada empresa. Los hay en motocicleta, en bici y hasta en patines. El pronóstico dice que habrá niebla.

Entrada oscura de estación de tren con una puerta abierta

Diez, nueve, ocho. Son los segundos que me permiten cruzar la calle. Mis zapatos se están empapando y no tengo cómo cubrir la cámara. Una de las entradas a la estación está vacía. El cielo raso vibra suavemente por el paso del tranvía. A lo lejos vuelvo a escuchar al predicador.

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