Pedro Castillo es un hombre con orígenes humildes. Un cholo, un serrano, un provinciano, un maestrito rural. Surgió con las oportunidades que pudo tener dentro de su alcance, claramente limitadas por su condición socioeconómica. Llegó a la presidencia del Perú por la fragmentación política causada por la pandemia de Covid-19 y por el rechazo consistente al fujimorismo, al racismo y clasismo que muchos practican y que creen que está bien.
Después de la proclamación presidencial en el Perú por parte del Jurado Nacional de Elecciones (JNE) el 19 de julio de este año, una pregunta está en la mente de muchos: ¿Quién es Pedro Castillo? Y a esta debe sumarse otra: ¿Qué debemos esperar de un posible gobierno suyo?
Hay que ir al inicio. Su nombre completo es José Pedro Castillo Terrones. Nació el 19 de octubre de 1969 en Cajamarca. Para ser más precisos en el caserío de San Luis de Puña, del distrito de Tacabamba de la provincia de Chota. Está casado con Lilia Paredes con quien tiene dos hijos: Arnol y Alondra. Es el tercero de nueve hermanos, todos ellos hijos de Ireño Castillo y Mávila Terrones, agricultores analfabetos, serranos y cholos. De hecho, el señor Ireño trabajaba unas tierras por las que pagaba un alquiler al hacendado Herrera hasta que el general Velasco realizó la reforma agraria y repartió las tierras de los latifundistas a los campesinos. Es preciso resaltar que, en muchos casos, las condiciones en las que los campesinos trabajaban eran de explotación semifeudal y derivaron de la concentración de la propiedad de la tierra en unas pocas manos.
Castillo Terrones durante su juventud fue integrante de las rondas campesinas. Estas rondas son grupos de defensa comunal organizados primero contra los abigeos (ladrones de ganado) y luego contra organizaciones terroristas como Sendero Luminoso (SL) y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA). Estos grupos contuvieron el avance terrorista en zonas como Cajamarca. Fue docente desde 1995 en la institución educativa 10465, la cual fue la misma escuela en la que se educó. Es bachiller en Educación y magíster en Psicología Educativa por la Universidad César Vallejo (casa de estudios propiedad de César Acuña, magnate y político fundador de Alianza Para el Progreso, uno de los partidos que se sumó a la vacancia express de Vizcarra en noviembre y que dio un fuerte apoyo a Keiko Fujimori en esta segunda vuelta electoral).
Castillo no es nuevo en política. Ya antes había sido parte de Perú Posible, partido político que ya no existe y que fue fundado por Alejandro Toledo: Castillo postuló a la alcaldía de Anguía en el 2002 y no tuvo éxito en ello. Y de hecho, si se observa su historial político destaca que él fue parte del comité político de Perú Posible en Cajamarca desde 2005 hasta 2017, año en que ese partido fue disuelto por no superar la valla electoral. En cuanto a su rol como sindicalista, esto fue lo que le permitió catapultarse a nivel nacional. Dirigió la huelga magisterial de 2017 que buscaba aumentos salariales, pago de deuda social, incrementar el presupuesto del sector educativo y derogar la Ley de Carrera Pública Magisterial. Esta huelga fue acatada por más de doscientos mil maestros mediante tres organizaciones sindicales distintas, y provocó medidas extremas como huelgas de hambre y tomas de carreteras que significaron también enfrentamientos con la policía.
Nunca hubo un diálogo del gobierno de Kuczynski con el sector sindical liderado por Castillo, al estar presuntamente vinculado con el Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (MOVADEF), brazo político de SL. Si acaso hubo diálogo fue con el fujimorismo, que pretendía usar la huelga docente como caballito de batalla contra el gobierno. Solo para acusar más adelante a Castillo de operador de SL y exigir la renuncia de Marilú Martens, entonces ministra de Educación, por reunirse con Castillo también. Al final, su sector levantó la huelga.
En cualquier caso su carrera política que lo llevaría a la presidencia de la república empezó con su designación por el partido Perú Libre, fundado por Vladimir Cerrón. Ahora, en Perú generalmente el líder del partido es quien asume la candidatura presidencial. ¿Por qué no fue así en este caso? Porque Cerrón está acusado de delitos de corrupción durante su gestión en el Gobierno Regional de Junín.
A eso sumemos también cómo llegó Castillo al poder. En primera vuelta obtuvo apenas 18.9% de votos válidos (o sea, 15.38% de votos emitidos) y su contrincante, Keiko Fujimori, solo 13.4 % de votación válida (traducida en 10.9% de votos emitidos). Esto en medio de una fragmentación política en la que no se podía creer en nadie del establishment peruano, en parte por la pandemia de Covid-19 que remeció varias cosas sobre el sistema neoliberal que existe, y también por una clase política indolente que incluso promovió una vacancia express a Vizcarra en plena pandemia.
Sumemos a eso la composición del Congreso, en la que Perú Libre tiene solo 37 curules y para siquiera lograr que Castillo gobierne necesita como mínimo 44, lo cual implica ganar alianzas con otros partidos de izquierda y de centro, ya que existe una posible coalición antiizquierda compuesta por Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País, Alianza Para el Progreso, Acción Popular y Podemos Perú (los tres primeros partidos son cepas del fujimorismo, los otros tres fueron sus aliados en el golpe de Estado de noviembre).
Estas dos razones explican la variación de la oferta electoral de Castillo, la cual fue cambiando de forma progresiva hasta la segunda vuelta, y ha seguido moderándose desde entonces. En primera vuelta su discurso era considerado de izquierda radical al pretender desactivar el Tribunal Constitucional y la Defensoría del Pueblo así como dar al Estado un rol más prominente en la economía. En el tránsito a la segunda vuelta presentó el plan Bicentenario y mantuvo de forma consistente hasta ahora un discurso rechazando el chavismo, el comunismo y el terrorismo (los cucos de muchos peruanos de clases medias). Acogió a técnicos de Verónika Mendoza (izquierdista moderada) como Pedro Francke, quien viene moderando el programa económico de Perú Libre. Aunque, hasta donde se sabe al momento de redactarse inicialmente estas líneas, Castillo no ha dejado de lado la idea de un posible cambio de Constitución.
A eso toca sumar también el rechazo visceral que recibió por parte del fujimorismo y sus aliados políticos y mediáticos que emprendieron una campaña de terror y mordaza periodística digna de los noventas. Y en esa campaña atizaron el racismo y el clasismo, que siempre existieron en la sociedad peruana, a niveles nunca vistos en ninguna campaña política. Al punto que aun cuando Castillo ya tenía más votos que Keiko según la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) o se presentaran nulidades que no iban a cambiar el resultado final ante el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), los medios limeños se resistieron a llamarlo “presidente electo” y solo lo llamaron “candidato”. Tanta fue la interferencia en este tema, que hasta el mismo Vladimiro Montesinos se metió a punta de llamadas telefónicas desde la cárcel de la Base Naval del Callao.
Pedro Castillo es un hombre con orígenes humildes. Un cholo, un serrano, un provinciano, un maestrito rural. Surgió con las oportunidades que pudo tener dentro de su alcance, claramente limitadas por su condición socioeconómica. Llegó a la presidencia del Perú por la fragmentación política causada por la pandemia de Covid19 y por el rechazo consistente al fujimorismo, al racismo y clasismo que muchos practican y que creen que está bien.
Su gobierno tiene como factor desestabilizador interno a Vladimir Cerrón y los radicales de Perú Libre, que causaron que los titulares de Economía (Pedro Francke) y Justicia (Aníbal Torres) se retiraran de la juramentación del gabinete Bellido. Y que juraran al día siguiente ante Castillo y no ante Bellido, quien pertenece al ala radical de Perú Libre, quien fuera denunciado por apología al terrorismo además de ser calificado como homofóbico y defensor del régimen cubano.
Y está además la oposición ultraderechista como enemigo externo, con congresistas como Adriana Tudela (de Avanza País e hija de Francisco Tudela, Canciller de Fujimori) o Jorge Montoya (de Renovación Popular y destacado ex marino firmante del acta de sujeción a Vladimiro Montesinos) que contemplan una vacancia presidencial como posibilidad. Idea que es vendida por políticos de ultraderecha como ruido político en una reciente marcha contra Castillo donde participaron quienes creen en un inexistente fraude electoral.
De esta forma hará falta que el gobierno de Castillo negocie con cuidado. ¿Llegará a completar su mandato? Con un Congreso que busca la venganza política y que puede usar la incapacidad moral para vacar a un presidente por cualquier excusa, Castillo sí o sí debe moderarse y ganarse a partidos centristas en el Legislativo para frenar esas intentonas. De otro modo, se podría repetir un escenario oscuro que culmine en resultados nefastos como el de noviembre de 2020.
Así llega el Perú a sus doscientos años de independencia política.