Análisis

Performing Silence: La jaula de pájaros de John Cage

Performing Silence: La jaula de pájaros de John Cage

Paola Montero
Imagen portada de
Marcia Díaz
2020-10-19

"The sound experience which I prefer to all others is the experience of silence. And
the silence, almost everywhere in the world now is traffic"
John Cage

Bird Cage fue una pieza compuesta por John Cage en 1972, descrita por él mismo como “doce cintas pregrabadas para ser distribuidas por un solo intérprete en un espacio en el que las personas son libres para moverse y las aves para volar”. Su título es idéntico a la reiteración de Cage cuando buscaba aclarar la forma en que se escribe su apellido: “Cage, like a bird cage”. Según cuenta, antes de componer Bird Cage había estado muy interesando en los pájaros, ya que un día, de regreso desde Las Carolinas conduciendo por la vía 9 en Delaware, se adentró en un refugio natural llamado Bombay Hook. Era un fin de semana y al no haber nadie a cargo le fue posible conducir libremente por los caminos de la reserva, sin normas de comportamiento impuestas logró encontrar un lugar con estanques de distintos tamaños y diversas especies de aves que lo dejaban maravillado mientras volaban y cantaban espontáneamente a su alrededor.

Cada cinta de las 12 que conforman Bird Cage dura media hora. En estas se mezclan chillidos de pájaros en aviarios, grabaciones (tratadas electrónicamente) de la voz de Cage y de otras personas leyendo y cantando apartados de Moreau una obra compuesta a partir de textos de Henry David Thoreau, así como fragmentos de grabaciones de ruido callejero. Las mezclas, al igual que los tiempos de ejecución de la pieza se determinaron mediante procedimientos matemáticos combinados con el método del I-Ching, de manera que los datos obtenidos se acercaran lo máximo posible al azar. Siguiendo la misma línea, la puesta en escena se propone para un solista que reproduce las 12 cintas mientras se mueve libremente por el espacio. A esta obra hace referencia el nombre del performance, homenaje a John Cage, realizado en mayo de 2017, en el museo de arte de la Universidad Nacional de Colombia: Performing Silence: La jaula de pájaros de John Cage.

John Cage
John Cage

Las propuestas de John Cage para composición e interpretación se han categorizado como “experimentales”. Ante la complejidad de lo “experimental” en el arte se suele recurrir a suntuosas reflexiones teóricas que complementan el significado y la experiencia de la obra. Sin embargo, los trabajos de Cage inducen el movimiento inverso: el espectador, ansioso de lecturas y teorías que le permitan acceder al sentido de la obra, se enfrenta con un llamado a la simultaneidad y contingencia de la experiencia que cada pieza busca producir. Las composiciones están diseñadas para que cada puesta en escena sea efímera, irrepetible e impredecible y por ello se les llama happening o performing art. A través de sus piezas musicales Cage busca la sensación de los eventos de la vida, cuya naturaleza sólo se podría asir mediante lo inasible del azar; este paradójico llamado conduce a una desnaturalización de las naturalizadas costumbres occidentales del análisis, la jerarquización, la explicación, la predicción, la sistematización y la prescripción lingüística de significados. El centro de sus obras es la admiración por la multiplicidad visual y sonora; de los chillidos o el vuelo de los pájaros, de la simultánea densidad en la esquina de una calle en Sevilla, la gente caminando, el sonido de sus voces, el tráfico y Cage imaginando la posibilidad de producir una experiencia de intensidad similar o la de reiterar, con sus piezas, el valor de esa intensidad.

“Todo lo paradójico es casi lo único valioso que hay en el arte” decía Gabriel Valverde en su conferencia, el 23 de mayo, como parte de Performing silence: La jaula de pájaros de John Cage, titulada: Cage montado en Búfalo. Por la organización del homenaje en el Museo de Arte de la Universidad Nacional, en consonante coherencia con la dinámica propuesta por la obra de Cage, no era posible saber el día y hora de esta conferencia. Desde el inicio cualquier aproximación al concepto o programa de Performing Silence era ya una experiencia a la manera en que se generan experiencias en los performances de John Cage. Al impulso ávido por reconocer qué concepto seguiría el montaje, quiénes eran los invitados intérpretes de Cage, qué piezas se interpretarían, qué otras actividades estaban planeadas, y al de programar, con los horarios de estas actividades, la visita en las apretadas agendas de hoy en día, se oponía un ambiente de parcial incertidumbre.

La información fue difundida de manera muy sencilla, como si se tratara de una serie de elementos cuya combinatoria podía sorprender al asistente en cualquier momento y de formas inesperadas. A una breve descripción de lo que los organizadores denominaron la “Caja Cage”, le seguía una lista de piezas musicales que serían interpretadas durante los cinco días que el montaje estaría abierto al público, entre el 18 y el 23 de mayo de 2017, así como la información de los intérpretes, entre ellos, reconocidos músicos que en su carrera habían interpretado o incluso colaborado con algunos de los montajes de Cage y que conformaban el grupo de invitados especiales, en su mayoría internacionales. Seguido de esto se encontraba la información de las películas y videoarte que hacían parte de la instalación.

El concepto se erigió entonces sobre el propósito de “transformar” “la gran sala del Museo de Arte” en “una caja preparada para el mundo de Cage”. Quizás identificando a John Cage como antecedente fundamental para una nueva noción del arte cuyos límites respecto a la cotidianidad son irreconocibles, durante estos cinco días la sala principal del museo se convirtió en algo similar a un taller de composición que contaba con los elementos principales para jugar a comprender y escuchar la obra de Cage. Espacio íntimo, iluminado por luz tenue y con una sonorización envolvente, llevaba en tres de los muros que le rodeaban algunas pantallas reproduciendo poemas y montajes del libro-arte Silence, y en el muro cercano a la entrada una pantalla exclusiva para video-arte del grupo Fluxus, de William Burroughs o del mismo Cage. Al tiempo que, en la zona central, se encontraban mesas de distintos tamaños, una de ellas, la más grande, sostenía equipos técnicos para reproducción, balance y mezcla de sonido, otra tenía un reproductor de cinta magnética y al lado una colección de setas, clasificadas y con notas de observación, además, a un extremo un piano de madera negro y en el otro un escritorio con lámpara y silla en el que ocasionalmente se podía leer el libro de las mutaciones [I-Ching] chino.  

De esta manera, la dinámica del museo cambió y se puso al servicio de John Cage, los asistentes se introducían en un territorio en que de manera similar a como sucedió en el refugio natural de Bombay Hook, la expectativa por las actividades y las reglas de comportamiento en el lugar chocaba con la ausencia de normas: el desconocimiento de horarios, días y lugares específicos en que se interpretaría cada pieza, así como la inexistencia de recorridos insinuados o determinados para apreciar la “exposición”. El asistente pregunta en la entrada de la universidad a una mujer que entrega volantes invitando al museo, o adentro, a quienes parecen organizadores, a otros asistentes, pero nadie da respuesta, no hay norma u orden y la única posibilidad para comprender qué pasa es estar allí, permanecer y observar como si en algún sentido fuéramos John Cage apreciando el vuelo y el canto de los pájaros que bailan a su alrededor una tarde en la reserva natural Bombay Hook.

Sólo fue posible encontrar dos reglas de comportamiento. La primera, no caminar por el jardín zen que se había dispuesto en la plaza del museo, y la segunda, adentro, en dónde se encontraban los reproductores de sonido, lanzar tres monedas de las que resultaba un hexagrama del I-Ching que determinaba qué pieza de Cage se reproducía en la sala cuando no había ninguna interpretación en vivo. No diría que todo fuera posible, pero sí que había libertad para observar y ser sorprendidos por el montaje y las actividades planeadas, una libertad que entra en conflicto con los tipos acostumbrados de museo y sus dinámicas, comunes en los museos en Bogotá, incluido el de Arte en la Universidad Nacional.

Así, en mi visita, el viernes 23 de mayo de 2017 presencié dos interpretaciones de la pianista argentina Haydée Schvartz, la primera, una pieza para piano preparado en la que la intérprete intervenía las cuerdas del piano con distintos objetos que convertían el sonido del instrumento en un sonido no de cuerdas sino de percusión, la segunda, titulada Suite for Toy Piano, que como se lee en su título, es interpretada en un piano de juguete y que tuve la fortuna de escuchar acompañada por un grupo de niños de entre 3 y 4 años que entraron a la caja Cage, minutos antes de la interpretación, cuando otro compositor argentino, Gabriel Valverde, hablaba sobre el estreno mundial de Europera 5 en la Buffalo University de New York, pieza que años después también Haydée Schvartz interpretaría junto a John Cage.

La experiencia de pasar una mañana, una tarde, un día o varios días en la caja Cage, resultó cargada de vitalidad y dinamismo, tiempo y espacio de descubrimientos para los conocedores de la obra de Cage y, lo que es quizás más interesante, para aquellos que no sabían nada sobre él. En respuesta voluntaria o involuntaria a la pregunta recurrente acerca de cómo evitar que un museo se convierta en espacio accesible sólo para círculos cerrados de conocedores, el performance homenaje a John Cage sentó la posibilidad de la experiencia visual, sonora o quizás de una experiencia íntegra, real: conocer de John Cage viendo una colección de hongos, leyendo algunos poemas o “jugando” con los hexagramas del I-Ching, conocerlo a través del juego sin que por ello se excluya la posibilidad de escuchar músicos de largas y valiosas trayectorias o incluso a sus propios colaboradores y espectadores.

Montada por María Belén Sáez de Ibarra como directora general y Santiago Gardeazabal y Benjamin Calais como directores musicales, Performing Silence: La jaula de pájaros de John Cage fue un trabajo en equipo producto del encuentro de investigadores de distintas disciplinas como la bióloga Silvia Miñana Posada encargada de organizar la colección de hongos que hizo parte de la instalación, o el compositor Luis Fernando Sanchéz Gooding encargado de programar el dispositivo en que los asistentes se jugaron al azar la ambientación del lugar, reproduciendo una pieza de Cage por cada hexagrama del I- Ching.

Fue así como a través de una alianza entre la agencia artística Nova et Vetera[1] y El Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia, se replicó el silencio que para Cage no era otra cosa que el movimiento de la vida;  organizadores y espectadores fuimos los performers de este silencio, que de manera similar a como lo contaba Gabriel Valverde sobre las respuestas de Cage a los periodistas días antes del estreno de Europera 5 en New York, no se podía describir antes de que sucediera porque sería escuchado por primera vez durante esos cinco días entre el 18 y el 23 de Mayo de 2017, iba a ser como el juego de palabras de Cage con el nombre de Europera, our opera[2].

Bombay Hook

[1] Nova et Vetera es una agencia artística dirigida por Santiago Gardeazabal que desde 2014 se ha venido encargando de la producción de presentaciones en vivo de artistas como John Zorn y sus colaboradores de Masada Marathon: Cyro Baptista, Mac Ribot o allegados suyos como el ensamble Mycale. Las presentaciones de estos y otros músicos exponentes de corrientes como el postrock, el jazz contemporaneo o la electrónica japonesa se han realizado en distintos lugares del país, aunque principalmente en Bogotá.

[2] “El título de Europera 5, es una combinación de Europa y Opera. Opera desarrollada en Europa, pero cuando se pronuncia en inglés, el título también podría significar ‘Your Opera’”.  Tomado de la conferencia de Gabriel Valverde, titulada Cage montado en Buffalo, que realizó en la Universidad Nacional de Colombia durante la muestra y que estaba relacionada con su experiencia en el estreno mundial de Europera 5 en la Universidad de Búfalo en New York en 1991, la nota escrita por Valverde en ese entonces se puede consultar en la revista Lulu: edición facsimilar, primera edición, Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2009.


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