Análisis

No toda buena historia es libro

No toda buena historia es libro

Alejandro Ramírez
Imagen portada de
Invitados LN
2020-07-28

El título, que es una burda paráfrasis del viejo adagio “No todo lo que brilla es oro”, no contiene nada sorprendente para muchos, quienes comprenderán inmediatamente lo que quiero decir. Dicho esto, creo que el tema al que me refiero merece mayor reflexión y mucha, mucha divulgación. Como ya se habrán dado cuenta, varios de mis colegas han escrito sobre libros, pues lo consideramos un buen punto de partida para los inicios de esta publicación. Yo, debía hacer lo mismo pero, en cambio, invertí mí tiempo completando Fallout: New Vegas por segunda vez, en modo Hardcore y con una de las expansiones más populares disponibles en internet. Recomendadisisisimo. Cuando uno de los editores preguntó por mi progreso fue que caí en cuenta de algo importante. Algunas de las mejores historias que he leído realmente no las había leído, las había visto e incluso jugado.

Decir esto es problemático por dos lados: primero, porque, como ya dije, no es nada sorprendente para genuinos cinéfilos, melómanos y jugadores por igual, pero, segundo, porque estamos en una época donde el concepto de lector está cambiando dramáticamente y estos nuevos lectores, me parece, estarán reacios a aceptar lo que digo así sea algo perfectamente sensato para otros. Pero esto último hace que esta propuesta cobre especial relevancia, pues el lector que conocíamos y que muchos fuimos, está desapareciendo o, por lo menos, escindiéndose y dando a luz un ser horrible. Esta es la época del Oprah Winfrey’s Book Club, de un Fernando Vallejo que tiene hordas de fans por decir bravuconadas que yo dije a los quince años, de las modelos que se toman fotos leyendo en ropa interior para que las consideren “cultas” y donde el terminacho “booktuber” fue la noticia más sonada de la antepasada feria del libro. En las cajas de los supermercados, junto a las chocolatinas y dulces de impulso, podemos encontrar a Robert Kiyosaki junto a Deepak Chopra y demás basura. En la academia vemos a los jóvenes competir por quien ha leído más filósofos con apellidos franceses descrestantes y mirando con recelo al compañero que no ha leído La Ilíada en su edición bilingüe de cinco kilos. Como tantas otras cosas en nuestra cultura, el libro ya no se disfruta sino se consume.

Toda persona culta lee libros...pero no todo lector es culto

Este consumidor de libros, que no es lector, hace como otros tantos consumidores: Desea lo más (lo más novedoso, más costoso, más exclusivo) y, tanto sino más importante, desea que los demás lo perciban como un consumidor tan superlativo como aquello que consume. Así, la lectura toma la forma de un concurso de comida donde se come sin digerir y gana el que tenga la barriga más llena, y no el que más haya disfrutado su comida; una analogía que aplica igualmente a tantos otros elementos en nuestra sociedad. Piensen en el hombre que compra un deportivo último modelo solo para recitar pomposamente las cifras del motor, así nunca en la vida haya puesto pie en un autódromo, o en aquellas personas que compran el último iPhone a chorrocientas cuotas, así tengan que pedir plata prestada para pagar las facturas de fin de mes. Esa misma mentalidad ha llegado al divino reino del libro. Pero lo que ellos ignoran, es que no toda buena historia es libro y no todo libro es buena historia.

Aunque, como ya dije, esto lo podemos ver en canciones, cine u obras de teatro, pienso que los videojuegos son un mejor ejemplo. Porque aunque hay personas que consumen glotona y pretensiosamente las películas de Tarkovsky o los clásicos de Beethoven, todavía no he visto quienes hagan lo mismo con las memorables obras de Squaresoft o las epopeyas épicas escritas por la gente de Bethesda Softworks. ¡Y qué cosa más afortunada! No hay que temer, lectores genuinos, aún hay historias por leer y disfrutar, obras escritas con pixeles y narradas a todo color, con romances, dramas e incluso dilemas morales paradigmáticos. A veces lo obligan a uno a mover las manos un poco más que cuando simplemente pasamos página tras página, pero vale la pena.

La portada de Front Mission 3: Kazuki, Alisa, Emir, Ryogo... ¡Y UN ROBOT GIGANTE LLAMADO ZENIZLEV!

El estudio japonés de Squaresoft produjo hace décadas una historia que marco mis días con el PlayStation: Front Mission 3. El juego era un RPG estratégico por turnos con vista isométrica y temática Mecha o, mejor dicho, un ajedrez con robots gigantes que se daban bala. La narrativa se dividía en dos realidades distintas e igualmente posibles, en un punto temprano del juego sin que el jugador lo supiera, y realidad camino seguía la perspectiva de una de las hermanas Klamsky enfrentada a un conflicto global de proporciones catastróficas y se dirigía hacia un desenlace dramático a través de intrigas, traiciones, escándalos políticos, muerte, perdón y todas esas pendejadas que han hecho lo que son, a obras como Hamlet y Los Hermanos Karamazov.. Front Mission 3 estaba lleno de personajes memorables cuyas vidas virtuales trascendían el dialogo que se asomaba en la pantalla que, además, uno podía encontrarlos como amigos o enemigos dependiendo del camino narrativo escogido.

En una realidad, Jose se une al jugador. En otra, lucha a muerte contra él. En ambas, Jose lamenta la muerte de su amor.

Por ejemplo, estaban personajes como Jose Astrada, un soldado de la OCU (Una agrupación ficticia de naciones en la Oceanía del futuro) cuya esposa murió en el transcurso de una de sus operaciones militares y que fue encarcelado por desobediencia. Después de este hecho retomó las armas junto a una de las hermanas Klamsky, en arrepentimiento por sus acciones. Tambien estaba la historia de Xiang Mei Li, miembro de las fuerzas especiales de la republica de Da Han Zhong que participó en el asesinato de un caudillo popular que luchaba por la democracia. Luego tuvo que confesar su crimen al hijo perdido del caudillo que ahora hacia parte de una guerrilla que pretendía derrocar al gobierno. Dicha guerrilla, los rebeldes Hua Lian, fue concebida como un proyecto de la inteligencia norteamericana para desestabilizar sus enemigos políticos incitando una guerra civil pero, como uno puede ver a lo largo del juego, involucra a gente que ha sido oprimida y abusada por un gobierno injusto y que está dispuesta a arriesgar su vida para defender a sus semejantes. No quiero arruinarle el final de la historia a nadie, pero les adelanto que en el juego se abordan temas como la ética científica, la proliferación de armas de destrucción masiva, lo efectos de las ideologías nacionalistas y hasta del amor en los tiempos del cólera. Digo, el amor en los tiempos de las batallas entre robots gigantes con ametralladoras.

Yo, personalmente, sufrí con las aventuras de Kazuki (el personaje que asume el jugador y a quien puede cambiarle el nombre) y su amigo Ryogo, dejé escurrir una lagrima por la muerte de Ivan Lazarlev así haya sido un ser artificial creado en un laboratorio, disparé con ira contra Lukav Minaev para detener su plan megalómano y simpaticé por igualcon igual pasión con Xiao Hua Lan quien evadía elaborar la muerte de su familia con un robot gigante y un lanzallamas.

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