Análisis

Encaletarse es tomar aire: entrevista a Gato e’ Monte

Encaletarse es tomar aire: entrevista a Gato e’ Monte

Daniel Riomalo
Imagen portada de
Invitados LN
2021-04-13

Encantados con esta entrevista, le pedí a Gato e' Monte que me rotara canciones para acompañar esta lectura con una lista de reproducción llamada 'Música que mis papás (los de Gustavo) me oyeron gritar en el cuarto'. El título era muy largo y le pusimos 'Temakias por Gato e' Monte', una lista repleta de punk chimbita perfecta para introducir a este fascinante músico. Hicimos dos listas, una disponible en Spotify y otra en YouTube que está abajo, y recomendamos también escuchar el último trabajo de Gato e' Monte: 'Soy la turba'.


A Gato e' Monte lo descubrí por azar en invierno de 2020, si es que puede llamarse azar a los hallazgos que nos ofrenda –valga la desconfianza– el algoritmo de las redes sociales. Habitar lo digital termina siendo una experiencia análoga a la de habitar la ciudad, donde los intercambios están signados por la hostilidad ajena o por la excesiva excitación de los sentidos. Hay sin embargo enclaves, espacios o momentos efímeros en donde las cosas parecen estar en su justo lugar y se producen revelaciones entrañables. En este caso, alguien publicó una historia en Instagram compartiendo una de sus canciones y, por una intuición tal vez afinada por las horas largas que pasaba frente a las pantallas en la cuarentena más estricta, hice clic y lo que escuché fue un pasaje directo desde mi apartamento en Buenos Aires, la ciudad que habito hace cinco años, hacia las calles de los barrios obreros bogotanos donde pasé gran parte de mi vida antes de migrar. Fue emocionante cuando aceptó mi invitación para hablar en Sonidos Clandestinos, programa que conduzco en FM La Tribu y donde se publicó por primera vez esta entrevista.

Durante mi vida en Argentina me encuentro con frecuencia recorriendo Bogotá por Street View como paliativo contra la añoranza, uno tan necesario como insuficiente. Pero aún hoy al escuchar Gurbia, su primer disco editado por Llorona Records, las letras que Gustavo Casallas canta invocan paisajes emocionales muy familiares que hacen que el recuerdo sea algo más que un concepto virtual e inasible. La materialidad del sonido de su voz potente y medio ajada, sumada al rasgueo intenso y recio del chiflamero, hacen de Gato e' Monte un proyecto musical de honestidad y ternura brutal, que estalla la frontera entre lo urbano y lo rural, entre lo doméstico y lo público. Por eso la primera pregunta fue sobre el origen de su canción Pa'l rancho:

Sizas, pille. Pa'l rancho fue una de esas canciones que salen en cinco minutos. En mi época más adolescente siempre tuve el complejo de hacer música pa’ los amigos, pa’ la farra, pa’ otros contextos… y yo siento que le debía mucho a mis papás, a mi familia y a todo ese esfuerzo que hacen las familias por uno, ¿sí? Entonces fue la primera canción que decidí hacerle a mi familia, que le decidí dedicar y pues salió así como en cinco minutos, fue una conexión bien grande. Y ya surgió Pa’l rancho que habla sobre todo de eso… de cómo acá a 2700 metros de altura en la ciudad de Bogotá hay un mar de familias, de gente que riega la ciudad, riega las calles, riega las lomas de sudor trabajando, haciendo muchos esfuerzos para que surjamos. Fue una dedicación a eso, al sudor y a todo el esfuerzo que hacen las familias en los barrios para que los sueños, los proyectos y los quereres de mucha gente se hagan realidad.

¿Cómo surgió Gato e' Monte?

Es como la respuesta a las preguntas que me hacía sobre la música tradicional. Yo crecí escuchando música urbanas, que llaman. Puro punk, puro metal, puro rap, siempre muy encarretado con esas músicas que son la voz de la agresividad que uno tiene que vivir en la ciudad latinoamericana. Pero también sabía que hablarle a mi ciudad, a mi familia, a mi territorio también era preguntarme por las músicas de acá: lo que sería un merengue campesino, un joropo o las músicas tradicionales del centro del país, del centro de Colombia. Entonces Gato e' monte fue un proyecto donde yo quise narrar, cantar, hacer mis canciones pero bajo una sonoridad donde yo pudiera sacar toda esa pregunta por cómo Bogotá debía sonar, ¿si me entiende? Y la respuesta es que yo sabía que hay muchos grupos de rap, de músicas que también representan la ciudad pero yo necesitaba un sonido en el que no fuera discriminado ningún sector. Yo pienso que a veces esas músicas están muy enfocadas en la juventud y yo creo que cuando yo le hablo a mi ciudad, a mi barrio, yo debo hablarles a todos. Que yo haga un tema que le suene a mi parcero, a mi amigo pero también le suene a mi papá o a mi abuelo. Sentía esa necesidad y estuve estudiando un poco, trabajando, viajando y encarretándome con las músicas tradicionales y me puse a componer y Gato e’ monte es como eso.

Bandcamp: https://lloronarecords.bandcamp.com/album/gurbia

Hay una seña particular de Gato e’ monte y es que aborda en sus letras una faceta que no suelen abordar los géneros que se asocian usualmente al barrio popular como el punk o el hip hop, que tienen letras de naturaleza contestataria que muestran la parte más ruda del barrio. Gato e' monte habla también desde la ternura y lo familiar. ¿De dónde surgió esa inquietud de hablar también desde el barrio pero desde un lugar diferente al común?

Sí, yo creo que muchas veces es tanta la rabia, la furia, el estrés, la ira, la violencia, la desigualdad en las ciudades o en los barrios que uno se carga de todo eso que muchas veces el hip hop o el punk nos pueden ayudar a sobrellevar. Pero cuando yo me ponía a componer y a escribir decía “sí, me invade todo eso, pero me invaden otras cosas”. Y por hacerle caso a un género, a una manera de hacer las cosas, no me voy a privar de hablar de lo especial, lo chimba, lo bonito que es por ejemplo el esfuerzo de un papá trabajador camellando toda la semana para poder darle el sustento a su familia y lucharla. Todo esos sentimientos y valores que me parece que son también de la ciudad y del barrio y que vale la pena que sean música y letra y poesía, ¿sí me entiende? Entonces yo lo que hice fue no encasillarme o limitarme a un género sino hablar de lo que yo veo lo que siento que es mi historia, lo que son las familias lo es que vivir en la ciudad pero sin necesidad de caer en tener que hablar de que la ciudad es paila, es violenta. También es muchas otras cosas, por eso viene la necesidad de que en las letras y en la música de Gato e’ monte también se la abra espacio como usted dice a esa ternura, a ese afecto a ese amor que se desliza, que sobrevive, que emerge y que explota dentro de toda la mugre y el caos que puede ser la ciudad.

Además Bogotá es una ciudad que por su distribución y su crecimiento urbano es caótica, monstruosa en cierta forma. Eso permite que la ciudad deje muchas huellas en tus canciones. En tu experiencia de moverte por muchos barrios de la ciudad, ¿cómo abordas las experiencias vividas en cada lugar? ¿Se cuelan las particularidades de cada espacio en tus letras?

Sí, es como lo que hablamos antes. Todos los esfuerzos que debe hacer una persona para sobrevivir en una ciudad. Nos la pasamos de arriendo en arriendo, de trabajo en trabajo mirando aquí y allá. Todo eso hizo parte de la creación de mi álbum. Hay canciones que hablan del centro de la ciudad, otras que hablan de los barrios donde yo crecí que son al sur. Y creo que hace parte de lo que es transitar esa ciudad. Por ejemplo lo que le digo yo. No puedo centrarme en un territorio geográfico porque yo trabajo en un barrio, vivo en otro. Trabajo me refiero a que trabajo en un restaurante pero también si tengo que en la noche trabajar o tocar pues voy a otro. Y ese encuentro de ambientes y de cosas marcaron el trabajo de este álbum. Creo que es lo que pasa, por ejemplo, en Bogotá. Es una ciudad muy bipolar, marcada por el “norte” y por el “sur”. Y entonces uno ver saliendo todos los trabajadores yendo hacia el norte a trabajar y luego devolviéndose a las 6 o 7 de la tarde… es una ciudad marcada por los trayectos, por el tránsito de la gente. Eso marcó el trabajo de este álbum.

Eso se revela mucho en la letra de A patadas, a tiestazos...

Hay veces en la vida que uno le dan golpes, ¿si me entiende? Comienza a llevar la vida a golpes. Fue una experiencia personal donde yo podía tener un poco de aspiraciones de estudiar o a seguir una carrera, simplemente a patadas y a golpes de la vida me bajé de esa nube y tuve que tomar otra decisión que fue pues trabajar y hacer mi camino con la música pero de manera independiente, ¿sí? Bajo mis propios esfuerzos e investigando por cuenta propia. La canción habla un poquito de eso, habla que 'el día nos sabía a una papa sin sal', porque yo trabajaba en un asadero y cuando el día era pesado pues a eso me sabía. No a una papa rica salada con ají sino a una papa sin sal desabrida. Y a todos esos procesos que tenemos que vivir para encarar nuestros proyectos y nuestros sueños, a todos esos sacrificios y todas esas luchas.

Hablando de ciudades, las de Colombia, sobre todo los barrios populares, están habitadas por personas que tuvieron que moverse del campo a la ciudad. ¿Esa huella atraviesa tu música?

Sí, obviamente. Creo que todos los colombianos estamos marcados por eso. Porque por toda la violencia que ha tenido que vivir el país las ciudades se han poblado a partir de eso, de migraciones donde comunidades enteras, pueblos enteros han migrado a la ciudad por culpa de la violencia para escapar del conflicto armado. En mi experiencia personal, mi familia viene de eso. Mis abuelos escaparon de la violencia de los 50, se asentaron acá en la ciudad en la periferia. Eso marca, de alguna manera, un inicio en nuestra vida. Mi pregunta y mis ganas de hacer música a partir de la música tradicional es para responder a eso. Que mi camino no inicia solo en la ciudad sino también en esa migración que tuvieron que vivir mis abuelos, y a esas sensaciones que pasaron de mis abuelos a mis papás y de mis papás a mí. Creo que esta dinámica entre campo y ciudad en Colombia es bien particular y sí me interesa mucho que la música narre eso, que por ser la ciudad uno no se tenga que quedar pues tocando la música que uno supuestamente toca en la ciudad porque uno es citadino, ¿sí? Sino que ser citadino en Colombia es ser del campo de alguna manera. Que una o dos generaciones atrás todos eran del campo y es muy chimba poder entender eso y saber conocer que eso es algo especial que eso nos da como un camino pa’ nosotros poder entender que se viene para nuestro país, entender el campo y entender de dónde venimos.

En particular, ¿hay alguna música campesina que te haya marcado? ¿En tu familia se escuchaban?

Sí, pues ahorita mi trabajo es en base a dos músicas: lo que se conoce como carranga, música campesina del centro del país que se toca en Bogotá, Cundinamarca, Boyacá; y la música llanera, el joropo, que se toca en los Llanos Orientales. Sí, digamos, había un acercamiento de mis papás que escuchaban música colombiana pero no era tan marcado. Yo no tengo tíos o familia que hicieran música. Son trabajadores no tienen mucho que ver con la música. Esa más bien es una pregunta que yo me hacía: yo estoy seguro que si yo le fuera hablar a mi abuela le hablaría en esa música, en ese lenguaje, no en otro. Sentía cosas que me invadían que necesitaba expresar con esa fuerza, con esa expresividad, con esa sonoridad que da por ejemplo el joropo que es una música recia de gente que tiene que vivir faenas de 12 a 14 horas. Y esa furia y esa agresividad que también se vive en el campo y que la viven los trabajadores del campo era la que a mí me interesaba abordar y por eso quise investigar esa música. No es tanto porque suene bonito sino porque sé que en ella viven esas energías y esa manera de ver el mundo cuando toca duro, cuando toca vivir esas cosas.

¿Tú familia ha escuchado tu música? ¿Qué reacciones han tenido ante lo que compones?

Es raro porque han tenido un poco de procesos conmigo alrededor de eso. Antes pasaron de escucharme gritar ahí en el cuarto canciones de Todos Tus Muertos, de A.N.I.M.A.L, de grupos de metal, de punk. Luego pasaron a escucharme cantar canciones de Jorge Velosa y luego mis propios temas. Ha sido un proceso pa’ todos. Al final ha sido chimba porque lo han aceptado de alguna manera entonces me ha acompañado en el proceso y ya no se sorprenden de la música que toco. Entonces ese es el logro más preciado que yo encuentro en las canciones que yo hago. Y es que me comunico con ellos y comunicarme con mi familia con los seres cercanos, con gente de mi ciudad y Latinoamérica y que eso les diga algo, pues es una chimba.

¿Qué otras músicas te marcaron en la juventud?

Siempre me ha tramado mucho el punk y el hardcore latinoamericano. De allá de Argentina todas esas bandas A.N.I.M.A.L, Todos Tus Muertos; Ratos de Porão en Brasil; en Colombia... ¡Uf! Todas las bandas de Colombia: Ultrágeno, las Almas, I.R.A, La Pestilencia. También el hardcore: Biófilo Panclasta, Grita o Muere; del hardcore bogotano Ataque en Contra... Muchas músicas con las que yo parché cuando era joven. También el rap, todo el rap bogotano: La Etnnia, Gotas de Rap. Todo lo que está surgiendo ahorita en los movimientos de rap latinoamericano, aunque estoy un poquito más empapado de acá: artistas muy buenos como Realidad Mental, Red Code, Zifer, Nolan. Y sí, yo creo que entre esos géneros, así me he apasionado por la música.

Y con respecto a las movidas actuales ¿qué proyectos en Colombia consideras que están cercanos a tu búsqueda?

Ahorita están pasando muchas cosas, por ejemplo con la canción de autor, con cantautores hay propuestas muy chimbas que también dialogan con la música campesina y tradicional. Hablan de la ciudad y de la calle. El trabajo que hace Isabel Ramirez, La Muchacha, es increíble. Hemos tenido la oportunidad de compartir, de cantar una canción de este disco, Si los cerros quieren darle chumbimba a alguien, es una persona que le aportó una fuerza y una vivacidad a las canciones y a la música muy chimba. Está Briela Ojeda. Está Edson Velandia que es un severo maestro. Está Fausto Rodriguez y así hay mucho parche que ahorita se está moviendo y haciendo cosas muy chimbas.

Hablando de Si los cerros quieren darle chumbimba a alguien, ¿de dónde surgió esta letra?

Chumbimba en Colombia es como agredir, dañar algo. O hay veces tiene una connotación como de muerte. “Le dieron chumbimba” es “lo mataron”. Entonces Si le dieron chumbimba a alguien hace referencia un episodio muy especial acá en Colombia que se llaman los falsos positivos. Acá en Colombia se desarrolló un conflicto armado y durante el periodo de gobierno de Álvaro Uribe Vélez ocurrieron una serie de asesinatos a jóvenes del sur de Bogotá, de Soacha, que los hicieron pasar por guerrilleros cuando no eran guerrilleros. Pues cuando se supo ese escándalo muchos jóvenes sentíamos ese temor y ese miedo que, usted, simplemente por estar buscando trabajo, lo iba a coger el ejército y lo iba a matar y lo iba a pasar por guerrillero. Ese fue el ambiente que generó esa canción. Y otras experiencias personales que tienen que ver con eso. Con usted estar en la ciudad, no tener trabajo y tener que estar guerreando y tener que enfrentar a una sociedad que, pues, en vez de apoyarlo como joven, lo agrede. Entonces de eso se trata Si los cerros.

Ese germen de violencia impregna a la población. Pero siento que hubo un punto de quiebre y la gente alzó su voz durante el Paro Nacional del 2019. ¿Cómo fue tu experiencia como artista dentro de esas movilizaciones?

Lo que sucedió ahí fue un precedente porque por el simple hecho de vivir en países tan desiguales y con tantos problemas sociales pues siempre ha habido un movimiento social y unas voces que se han encargado de cargar esas banderas de la justicia social. Pero lo que se vivió en noviembre del año pasado fue algo especial porque, por ejemplo, por primera vez el barrio donde vivo o donde trabajo la gente saliendo con la ollas y siendo consciente que en la espalda llevaban décadas de desigualdad, de una manera de la élite de hacer la política en donde solo les da la espalda no solo en al ciudad sino en el campo. Ver esas reacciones muy espontáneas, sin ningún tipo de partido político organizándolas, sino desde la gente misma pues fue algo re bonito. Pues entonces como artistas lo que hicimos inmediatamente fue reaccionar y cantar. Pues yo participé con una canción que se llama Paro, que la hicimos con Santiago Navas que es un productor de Bogotá, y mucha gente se vinculó, mucha gente estuvo pendiente marchando movilizándonos en noviembre y creo que si no hubiera sido por la pandemia hubiera pasado algo con eso. Creo que sí es un precedente y creo que después de que pase todo esto esa búsqueda por una sociedad más justa, donde a lo bien quepamos todos, pues va a seguir.

¿Cómo vives la situación actual en este marco de la pandemia? Pues la vida se ha dificultado de una forma tremenda y de los más afectados son los mismos artistas, pues su modo de vida, los espacios donde solían reunirse y mostrar su música están cerrados. Hay limitación del movimiento y muchos de los artistas no estamos en una posición económica muy cómoda que nos permita hacerle frente a la situación de una forma tranquila. ¿Hay algún movimiento o contacto o red que les permita hacerse el aguante?

Sí, y como dice una barra popular, el aguante nunca va a faltar. Nosotros ya estamos tan acostumbrados a hacer las cosas por nosotros mismos. A crear nuestras propias redes, nuestras propias maneras de comunicarnos que esta pandemia pues no ha generado una dinámica de trabajo distinta. Al contrario ha profundizado una dinámica de autonomía por nosotros mismos. No esperamos nada de nadie: no esperamos ayudas del gobierno, de la alcaldía. Porque sabemos que no van a llegar. Y que si llegan hay que bregar mucho para conseguirlas. En Bogotá existen distintos sellos independientes con los que afortunadamente puede uno comunicarse y organizarse, y en medio de la pandemia cosas como vivos y lives y cosas así. Y estar en comunicación, ¿sí? Pero yo creo que ahorita el ambiente se ha enrarecido, el artista por lo menos cumple un papel como de catalizador de mucha energía y de muchas de la sensación, entonces uno no poder verse y no poder tocarle a la gente y a los amigos es muy difícil, ha sido el trabajo muy difícil. Lo que uno puede darse cuenta en medio de la pandemia es eso. Que nuestros caminos y nuestros proyectos van a seguir en manos de nosotros mismos y se van a desarrollar en la medida que nosotros mismos trabajemos y camellemos. Es una sensación de autonomía y de libertad pues que es chimba porque es independiente. O sea a mi sí me interesa como artista ser una voz independiente, no tener que de pronto callar alguna cosa que quiero decir o alguna sensación, así en Colombia sea difícil y uno tenga que estar siempre pensando en que si digo tal cosa me puede pasar algo. Pero sin embargo sí creo que la independencia y la autonomía van a coger más fuerza. Yo soy de los que pienso un poco con cabeza más positiva, ojalá podamos salir bien de eso con ayuda de todos.

Tienes una canción llamada Prendado de su pisquero que aborda un tema que aún sigue siendo tabú. ¿Qué es el pisquero?

[Risas] El pisquero es el humazo de la marihuana. Prendado de su pisquero es eso, es recogerse un poquito en el calor, en el humo, pero también en la niebla y en las sensaciones chimbas y bonitas de la ciudad. Bogotá es una ciudad que está rodeada por el páramo de Sumapaz, atravesada por la cordillera oriental. Una ciudad de muchas energías y entre tanto frío de la montaña, tanto frío que hace acá, hace falta una persona así que brinde calor y el pisquero de los amigos. De todo eso se trata esa canción.

El panorama de la música latinoamericana en los años recientes ha bebido mucho de lo popular y poniéndolo en diálogo con otras músicas de tradición más comercial. ¿Cómo es tu escucha de esas expresiones de mixtura en Latinoamérica?

Yo hay veces hablo con gente de la escena musical y también veo la escena musical en Colombia y veo eso. Hay un movimiento de rap underground muy fuerte. También pasa mucho con el rock alternativo, hay muchas bandas que como usted dice, reelaboran la música tradicional sobre todo a partir de la música de la costa, la cumbia y también música de acá del interior. Y yo básicamente lo que percibo es que con toda esta sobresaturación de información y con todo este exceso a uno poder conocer de todos los parches, todas la bandas, todos los artistas, me gustaría poder experimentar un poco la... ¿desgenerización? (Prueba varias veces la palabra entre risas suaves) No sé cómo decirlo… como romper un poquito con los géneros. Yo creo que la tarea ahorita de los artistas latinoamericanos es eso, las cosas de fondo son los sentimientos, las vidas de las personas que nos rodean. No dejarse delimitar por los géneros, las fronteras, los cercos que están limitando… o no limitando sino que le ponían unos márgenes muy claros a la música. Es muy bonito que desde Latinoamérica y desde todos los movimiento de arte que se están haciendo acá se están refundando las fronteras, esos imaginarios de lo que desde la música latinoamericana podemos hacer. 

Confiar en la sensibilidad, en la voz propia.

Sizas. Yo siento como eso. Es a lo que me refería que lo que debe, digamos, diferenciar la música ahorita no debería ser un género como tal sino porque hay músicas que uno sabe que están hablando de tú a tú con los sentimientos de la gente de los barrios, de las ciudades. Hay otras músicas que están más bien orientadas por lo comercial, que ha pasado toda la vida. En la medida que nos podamos encontrar más entre esos artistas que están hablando desde la sinceridad, pues los artistas latinoamericanos van a encontrar una voz propia. Y lo digo porque muchas veces, no solo desde el arte, sino desde la economía y la política, los países latinoamericanos han vivido es de los esquemas que se han hecho en Europa y en EE.UU. Me parece importante que estas son las épocas y el tiempo en que América Latina se consolide como una voz propia desde el arte y desde todos los aspectos.

Hay algo muy particular en tu proyecto y es lo instrumental. Me refiero al chiflamero, el instrumento que tocas en tu proyecto. ¿De dónde salió, cómo llegaste a él?

El chiflamero viene de una palabra que es de acá muy propia de la ciudad de Bogotá que ya no se usa pero que se utilizaba antes y es chiflamica. Los chiflamicas eran los músicos bogotanos, un poco andariegos, de calle de antes, del siglo XIX principios del siglo XX. Yo quise hacerle un honor a los músicos de calle, a los músicos populares de la ciudad de Bogotá y por eso le puse chiflamero. Era un juego de palabras, mero chiflamicas, y terminó siendo chiflamero. Y es una adaptación de un instrumento que hice del llano que es la bandola llanera. Pero pues como yo no soy de esa parte del país, del llano, sino que soy de Bogotá, pues quise hacer propia esa sonoridad de la bandola llanera con esa sonoridad que suena tan recia, como tan profunda, tan potente. A ese instrumento que consta de cuatro cuerdas, seguí con los mismos cuatro órdenes, pero en cada orden le puse de a dos cuerdas. El chiflamero en total tiene ocho cuerdas y pues eso da una sonoridad un poquito más montañera, más de acá de Bogotá.

Y hay un diálogo como lo mencionaste con la música llanera. En medio de eso tuviste la oportunidad de conocer a maestros de esa tradición como Carlos Delgado y Guillermo Ávila. ¿Cómo fue ese encuentro?

Nooo, pues fue un encuentro mágico. Llegué a ellos también como por arte de magia, ¿sí pilla? Es una magia que tiene la música tradicional, una magia que tienen los campesinos, yo creo que de todo el mundo y que es gente que es muy sincera, muy noble. Pareciera que se encontrara uno con ellos desde el corazón. Básicamente agarré mi maleta una tarde, una mañana, con destino a Maní, Casanare, que es un pueblo en los Llanos Orientales. No conocía a nadie, llegué al pueblo, pregunté si alguien conocía una bandola, me llevaron adonde un señor que se llama Nazario Humo, que era un constructor de bandolas. Una persona me llevó a otra, y tuve la oportunidad de conocer a grandes artistas de allá de los Llanos Orientales que son señores ya de edad, son viejos, pero que portan en ellos y llevan en ellos toda la tradición, todo ese saber, todo ese conocimiento y todo ese esfuerzo de la cultura del llano, de la cultura llanera y que lo expresan a través de la bandola. A ellos les mando un saludo y estoy eternamente agradecido porque así como mis papás y así como mucha gente que me rodea me han dado muchas cosas, ellos musicalmente me dieron un panorama y un universo sonoro que es muy rico y que me brinda a mí muchas posibilidades.

El disco cierra con Hondo y con ese tema cerramos esta entrevista. ¿Cuál fue su origen?

Hondo es una tusa. En Colombia significa ese estado de desamor en el que uno queda después de terminar una relación, de terminar un noviazgo. Entonces yo terminé con la novia que tenía y quedé entusado. La manera en que lo sobrellevé fue con esta canción, una canción que resultó exitosa porque después de eso de componerla y tocarla pude volver con mi novia y pues… es una canción especial.

¿Todavía siguen juntos?

No, no, no… o sea, fue un éxito. Un hit de tres meses que duramos después de eso.

Ambos nos despedimos entre risas. Con la sensación de haberme tomado unas polas en la tienda de mi barrio con un amigo. Con Gustavo saludando con emoción a la banda acá en Argentina, deseando en voz alta poder visitar el Monumental y ver a River Plate, como muchos hinchas de Millonarios sueñan. El fundamento del deseo es su naturaleza en apariencia inalcanzable. Ambos separados por miles de kilómetros de cosas que añoramos pero compartiendo el mismo horizonte: una pandemia, un encaletarse en casa para tomar aire y la música como hechizo que invoca la posibilidad futura de encontrarnos, todos quienes coincidamos en esta parcela sembrada en medio de la inmensidad de la internet.

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