Esta biblioteca está organizada con un particular criterio de clasificación. Los dos únicos libros que hay sobre draconología son el pan de un sandwich donde en la mitad se encuentra “La construcción social de la realidad” y una colección de revistas sobre civilizaciones antiguas que por supuesto cuentan como el otro pan. Pienso que un día todo eso podría unirse hábilmente en un gran texto, brillante, éste no será.
Creo, o mas bien, tengo la fuerte intuición de que la primera lectura que se hace de un libro tiene que ver con el color, el olor, la textura y las marcas que deja la luz con el paso de los días; entonces esto que ahora escribo es una suerte de artimaña para entender el espacio muestral que supone posibilidades siempre aleatorias en el mueble canelo-carmelita del rincón de mi cuarto.
El Ortónimo
Los libros existen como señales. Un buen día, triste y con unos pesos, entré a cualquier librería y hallé “O livro do desassossego”, yo lo adopté porque las esquinas no eran rectas sino redondas lo cual le da un aspecto afable, las páginas parecen estar hechas de papel de arroz y al tocarlas da una cierta tranquilidad. Las razones por las que el libro me adoptó a mí todavía las desconozco.
Pessoa es un misterio, con frecuencia se queda ahí cerca, sin querer ningún tipo de molestia, se queda durmiendo, soñando tal vez, evitando el ajetreo. Pareciera que con ello nos aliviamos recíprocamente la soledad, como si eso justamente pudiese ser un mal chiste o un encuentro muy afortunado... “Jogar às escondidas com a nossa conciência de viver”. No lo sé
Las heteroceras bibliófilas
Hay libros que vienen de aguantar sol y llovizna sobre el asfalto, todos ellos conservan ese encantador olor a tiempo escondido y muerto que hace que uno los lea muy cerquita, como para saberse dueño de un secreto muy reservado e importante.
Lamento en particular la pérdida de uno de estos, una serie de correspondencias escritas en francés durante la segunda guerra, no tenía pasta y le faltaban algunas páginas , lo compré estando muy ansiosa, queriendo gastar los cinco o tres mil pesos que llevaba en el bolsillo; cuando lo ví pensé que quizás podría estudiar con él una que otra palabra en francés pero como siempre ocurre con ese tipo de propósitos, fracasé.
Me sentí presenciando algo maravilloso cuando vi que las pocas páginas que le quedaban eran un montón de imágenes hechas por polillas, cada una más bonita que la otra, ese día descubrí que esos bichitos son excelentes dibujantes. ¡Cómo me gustaría tener todavía ese libro conmigo! pero como todos los libros, este también tenía vida propia y un día simplemente desapareció. A veces pienso que es posible que se haya ofendido profundamente después de escucharme pensar que podría venderlo muy caro.
Rincón de los bonitos
Hay en mi humilde acervo un grupo de libros vanidosos y llenos de capricho, no le hacen mucho caso al tiempo y se mantienen siempre firmes y brillantes, casi imponentes. Pastas duras rojo prusia con letras doradas, cualquiera de los otros libros pierde protagonismo al lado de esta colección, por ello les he reservado un lugar especial a los tomos de la Historia del Arte universal.
Cuando mi abuelo tenía una papelería en el barrio La Soledad, estos libros iban llegando uno a uno cada sábado, pacientemente él armó el repertorio y nunca logró vender ni uno. Sospecho que notó desde ese entonces la terquedad y belleza de estos libros, muy parecida a la de la rosa del principito; así, mi abuelo les arregló un lugar especial, lejos de la vitrina, a salvo de los clientes.
Sobra decir que mi abuelito Juval no tiene espíritu de vendedor y unos años más tarde la papelería quebró; sin embargo, todas las colecciones que completó de la SALVAT están intactas en la finca donde ahora vive, a excepción claro, de estos elegantes señores vestidos de rojo prusia con un grado de voluntad tal que exigen de vez en cuando salir a tomar un poquito de aire para permanecer bellos, esto en días de temperatura favorable.
Ausencia
La lectura inmediata que uno hace de los libros que ya ha leído es extremadamente confusa, hay en ella una sobreposición de imágenes que se presentan apenas por un instante. Cuando leí “Los Hermanos Karamazov” acababa de matar algo que amaba, o al menos así lo comprendí luego de terminar la historia. Fue en unas vacaciones tortuosas en Ibagué, con un calor extenuante que sólo permitía sosiego durante el día y una lectura más o menos efectiva en las noches.
Cada vez que veo este libro regresan, ya cada vez con menos fuerza, las imágenes del cuartito en el segundo piso, la gata negra que yo tenía y murió por la misma época, subiéndose descaradamente sobre las páginas mientras yo estaba leyendo, la piel pegajosa a causa del calor, la culpa y el sufrimiento de Aliosha mezclado con los míos. Esta es siempre mi lectura inmediata, por eso el libro permanece en otra biblioteca, porque por más que lo desee, todavía no me lo puedo traer aquí.
Libro de viaje
Me separé de “El sueño del Celta” después de visitar un amigo que vive lejos. Dejé el libro con él después de haber disfrutado de su compañía durante ese trayecto, lo encontré adecuado para mí en ese momento porque es un libro que refuerza la idea del asombro cuando se viaja, no habría podido llevar conmigo un ejemplar mejor en aquella ocasión, en la que todo era completamente nuevo para mí.
Roger Casement es tan justo y solitario como mi amigo Andrés, por eso pienso que se harán buena compañía; claramente este no fue éste el motivo que le expuse para que se animara a leerlo, nosotros comentamos detalles que en este caso, son casi superficiales: la Casa Arana, el escándalo de las caucheras en el Putumayo, que fue escrito por Vargas Llosa etc. Él, luego de aceptar, me comentó que planea leerlo después de terminar “Principia Mathematica” de Newton, cuando me lo dijo casi me reí, inmediatamente después percibí el texto sobre su escritorio e incluso ese gesto, un tanto extraño, aumentó la emoción grata de que él cuidara del libro. Espero mucho recibir noticias sobre él y claro, también de Andrés.
Misterio
El último libro que llegó por acaso fue un presente de cumpleaños. Se trata de una novela policial escrita por Andrea Camilleri titulada: “El olor de la noche” olor que como se concluye en la intriga que protagoniza el detective Montalbano llega siempre directo al estómago. Como no tenía ninguna otra novela de este género, lo coloqué provisionalmente al lado de un libro de arqueología forense que entre otras cosas, parece tener más gracia al lado de Camilleri.
Es un libro inesperado, casi impetuoso y supone una pregunta para mi ya cuestionable modo de obrar al darles un espacio a los libros, pero también puede que sea algo más sencillo, después de tanta alegría al imaginarlo, no se me ocurre qué. Yo pienso que hace falta divertirse en la vida cambiando de posición los objetos que hay por ahí de vez en cuando, para mientras dejar que éstos vayan afectando la existencia que es uno con todo y el olor a tiempo. ¡Qué lío tremendo!
Mariana Segura para Laguna Negra