Opinión

¿Qué tan difícil puede ser hacer una fotografía?

¿Qué tan difícil puede ser hacer una fotografía?

Camilo Calderón
Imagen portada de
Invitados LN
2021-09-19

"Vemos las artes como producto cuando las instituciones las necesitan, ocio cuando las personas las necesitan. Son una fachada divertida y trivial que retrata el mundo desde la mirada del bufón. No quitan, ni aportan. De hecho, no deberían ser punzantes, ni críticas. Solo bonitas, carajo", nos dice Camilo Calderón en esta breve reflexión sobre los supuestos peligros que la masificación de los aparatos fotográficos representan para el arte.

Son las tres de la tarde y el tipo de la hidrolavadora me hace señas para que haga un par de fotografías. Todo está listo: poncho, filtros, luces y el glamoroso Mercedes de un cliente que hacía mala cara desde la puerta. Su chaqueta de cuero tenía hombreras que le hacían ver como un imponente tornillo pintado de rojo. Su actitud era una rara combinación entre el dueño del lugar y el bufón del pueblo.

“Venga, pero ¿cuál es la vaina? Si solo va a espicharle el botón a la cámara”

Si tienes un amigo, familiar, colega o enemigo fotógrafo te parecerá familiar esto. Unos fotógrafos te dirán que le pasaron la cámara al cliente para que lo intentara, otros dirán que cancelaron el trato, y otros que se fueron a los puños. También, no falta el que diga que mandó a callar al cliente de un hijueputazo y que luego todos aplaudieron, lloraron y que quien le pagó el doble era el mismísimo Albert Einstein

En cambio, yo me quedé callado y acepté el trabajo porque no tenía dinero, como la mayoría de nosotros, sucios peones que lo queremos todo regalado.

¿Qué tan difícil puede ser hacer una fotografía? Esa es una pregunta que te puede ocasionar una explicación, un video tutorial en castellano difícil de escuchar, un panel académico o un puño en la cara. Es una pregunta que probablemente comparten todas las artes y también es una pregunta muy popular cuando esas mismas artes están al servicio de unos. Para hablar de fotografía como práctica hay que definir y separar la sal del azúcar. Ambos ingredientes son útiles para cocinar infinidad de platos. Ambos se pueden usar juntos. Ambos pelean por el estilo de la receta. Ambos pueden trabajar por separado. Es la práctica artística y el oficio—de hacer imágenes.

Hacer fotografías es un arte. También puede ser un trabajo. También puede no ser un trabajo. También es un trabajo, cuando es arte, y cuando es un trabajo.

El arte de hacer un trabajo bien hecho puede ser arte, y el trabajo de hacer arte puede ser trabajo, o sea, empleo. ¿A qué voy? Que todo tiene trabajo, pero no todo es labor. Teóricos, alisten sus tomates.

Creo que quienes han trabajado en un arte y han ofrecido su labor, mínimo alguna vez les han considerado ociosos o han subvalorado su práctica por estar anclado a una herramienta que cualquiera puede comprar en un Falabella a doscientas cuotas mensuales. Esto no es nuevo: pasa con los pintores (entre menos costumbristas), pasa con los actores (entre menos universal la producción), pasa con los músicos (entre más moderna sea su herramienta). La fotografía (como labor) es un caso muy especial. Vivimos constantemente un cambio de tecnologías único que nos llevó a tener cámaras por doquier. Lo que para algunos académicos el trabajo de George Eastman podía ser ‘vulgarización’, esto sería un tremendo pandemónium.

Un buen puñado de esas observaciones se quedan en el elitismo. Hacer fotografía también era una cuestión de privilegio y eso nunca lo dicen en la universidad cuando hablan de los superhéroes de la época (sea un Cartier-Bresson o un Adams o un Avedon). No podemos confundir democratización de la práctica con vulgarización; eso dejémoslo a los críticos arcaicos o a la gente que aún quiere vivir en el Siglo XIX, pero sin tuberculosis. Existe un proceso de democratización de las herramientas, porque eso es lo que pasa después de una revolución industrial. La habilidad de crear imágenes sin la ayuda de un especialista o una riqueza exuberante es una forma de cumplir el sueño frustrado de la humanidad por retener el tiempo pasado. Si en este momento hacer una imagen “es tan fácil que un niño lo puede hacer” es porque las herramientas son máquinas, y como las máquinas tienen que venderse, tienen que ser más accesibles. A Nikon no le interesa que tu purismo barato te impida admirar a Steve McCurry o usar tu copia pirata de Lightroom. Vender cámaras es también ‘un arte’ y es una batalla que trasladamos a los celulares.

De hecho, celular es un término que me hace sentir viejo y debería acabarse.

Claro, dicha transformación nos ha traído un sinfín de cosas. Lo que para muchos sería ciencia ficción hace treinta años ahora es parte de ese mediocre plan de telefonía de tu básica y monolítica compañía del grupo Slim. Hay cámaras en todo lado y aún así las cámaras web integradas siguen siendo una completa porquería. Sin embargo, otra cosa para considerar es el trabajo dentro del trabajo de hacer la imagen: lo que antes era una operación cautelosa (de no gastarte en falso tu rollo de 24 fotos) ahora es una violenta ráfaga porque tus treinta imágenes del cachorro de al lado no pesan mucho (en bytes) y Google te da el espacio gratis a cambio de tu pasado, presente y futuro en ingesta constante.

Quiero aclarar que sí, este proceso ha afectado a los fotógrafos de profesión. Pero es más una cuestión de actitud que una cuestión de labor y abuso. Es cierto que varios clientes (hasta periódicos pequeños) están buscando saltarse la necesidad de tener fotógrafos. También es cierto que IKEA (la empresa de muebles sueca) ahora prefiere usar un 75% de imágenes en 3D en lugar de fotos (por que es muy costoso hacerlas). Es cierto que tu primo consiguió ese trabajo “porque usa ese teléfono de las famosas propagandas con fotógrafos profesionales”. Pero eso no explica el crecimiento de la profesión. Eso no explica que el fotográfico, es un mercado en crecimiento. Tampoco explica que hay más canales de ingresos que nunca. Es porque confundimos la sal con el azúcar. Estamos nublados por ese cliente abusivo, por ese anuncio del teléfono, por esos sitios oscuros del visado, por ese primito gomelo.

Realmente el problema está en cómo entendemos las artes.

La verdad, creo que este es uno de muchos temas que no se enseñan en el colegio porque aprender nunca ha sido la prioridad de nuestro sistema educativo. Nuestra enseñanza de las artes está aún en los cuarteles del XVIII y el XIX. Vemos las artes como producto cuando las instituciones las necesitan, ocio cuando las personas las necesitan. Son una fachada divertida y trivial que retrata el mundo desde la mirada del bufón. No quitan, ni aportan. De hecho, no deberían ser punzantes, ni críticas. Solo bonitas, carajo.

El arte, cuando es político y abre cicatrices, se vuelve sucio. Cuando es recóndito y resiliente, es exótico. El artista no es, ni nunca será, patrón de su práctica. Y por eso, cuando se trae algo más allá de nuestra expectativa, es incómodo. Excepto si es un tipo blanco a principios del Siglo XX; ahí, es ‘revolucionario’.

Todavía medimos la mayoría de las prácticas por la proeza técnica y el sacrificio que se le hace a la institución de turno. La Fotografía es especial ahí porque trae su producto de la realidad misma. No es una pintura, pero quiere ser una pintura. Es una pintura, pero tampoco quiere serlo.

La Fotografía, como arte, es una tarea de enfrentar la mirada real, legítima de quien la hace, con las limitaciones impuestas por el medio. Tú decides qué mostrar, cuándo y cómo. La cámara te pone límites. La realidad te pone límites. La situación te pone límites. Es retratar e interpretar al mismo tiempo. Por otra parte, la Fotografía, como trabajo, es la captura de la luz. Esa captura tiene límites y depende de ti. Pero no estás obligado a mediar de la misma forma. Todos podemos capturar luz. Todos podemos registrar.

Ese enfrentamiento con la mirada va más allá que la mecánica. Así como me parto la espalda pensando que mi artículo será despedazado por el Editor, “mover el dedito” es una cuestión de práctica, sensibilidades estéticas, y en muchos casos una capacidad narrativa. Porque, si algo tiene la realidad es una dimensión de tiempo. Nadie en el Auditorio León de Greiff le dijo a Pepe Romero que tocaba bien la guitarra porque era de las costosas. Eso da para que te planten heces ahí mismo.

Ya aparte, combinados el arte y la labor de hacer fotografía hay muchas cosas en juego: hay que entender bien lo que se te permite hacer y lo que no, hay que adaptarse a las condiciones (porque no es lo mismo hacer un retrato de un abogado que registrar brutalidad policial), a veces hay que llevar mucho, mucho equipo. A veces toca intentarlo varias veces y nada es garantía. La práctica de trabajar como fotógrafo es algo que garantiza invertir en un sinfín de herramientas. En algunos casos, esas herramientas son increíblemente costosas. Todo necesita mantenimiento. Todo se desgasta. Y encima está la delincuencia común, detrás de esos equipos. A muchos fotógrafos se les paraliza su práctica porque los asaltaron a mano armada, perdieron equipo y se quedaron a mucho dinero de distancia del siguiente trabajo. La mayoría de las veces son miles de dólares. En definitiva, es un trabajo con mucho riesgo, cuando se lo propone.

Para los fotógrafos existe, como en muchos otros trabajos creativos, un flujo de trabajo. En ocasiones ese flujo hace que lo que hacen se vea más sencillo de lo que es. Lo que no pensamos es si alguna vez nos preguntamos eso del cirujano que operó a tu tía. Nunca le decimos a los bomberos lo ‘fácil que es apagar fuego porque usan sólo agua y arena’ o a los que hacen vacunas “esa la sacaron rápido, haré la mía en casa”. Todas las labores requieren práctica y sacrificio. Las labores adscritas a las artes no son la excepción.

Pero no quiero quedarme en la visión que tenemos de las artes y su estado, a veces mediocre. Quiero aprovechar para invitarte a tomarlas y reconocerlas. Creo que ese proceso democratizador, donde hay cámaras en todo lado, es realmente liberador. Hoy más que nunca es el mejor momento en la historia para la realización de imágenes. Los fotógrafos somos autores y queremos reconocer ese cruce entre las realidades alrededor nuestro y nuestras búsquedas interiores. Hacer imágenes de esta forma es un proceso introspectivo poderoso y que, para muchos, incluyéndome, nos parece muy valioso en otros aspectos de la vida.

Hacer fotografía es un proceso consciente que se ayuda de variadas herramientas y también tiene un sinfín de limitaciones. Es bastante difícil como arte. Es ‘fácil’ como proceso gracias a la tecnología. Traslademos a los clientes que niegan las artes a un reconocimiento verdadero. En la medida de lo posible, rechacemos trabajar con ellos. Enseñemos mejor la importancia de las artes en un mundo que a veces las niega por orden del mercado.

¿Qué tan difícil es? Depende de lo que quieras mostrar, y lo que quieras ver.

Y creo que eso no toma un solo clic.

Fotografía de portada: "Donald Gorzek en su estudio" .Tomada de Press Photographers I & II' artist's book. Colección de Daniel D. Teoli Jr. en archive.org

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